Después de veinte años, comenzamos desde cero
Esa mañana era agitada, hacía un clima agradable, ni mucho frío, ni mucho calor. Era acogedor. En la enorme casa había un caos, un caos demasiado típico. Dos animales corrían como rayos a través de la casa, llamando y ordenando que todos estuvieran listos.
La familia estaba reuniéndose a traspiés en el comedor. Una enorme mesa con muchos asientos: cuatro para los pequeños de la casa, cuatro para los mayores y dos para los adultos. Los platos pasaban como si flotaran por el aire, siendo llevados por un zorro mayor, con pequeñas y casi imperceptibles arrugas en la comisura de los labios, causada de tanto reír, que se combinaban perfectamente con sus vivarachos ojos verdes, a los que no se le podía ocultar nada. Cuando todo estaba como debía, le avisó a la coneja que los llamara, mientras él se terminaba de colocar su uniforme de policía.
Una coneja de ojos lilas y expresión seria salió y con un silbido llamó a toda la caballería.
Decenas de pasos resonaron en el hogar y poco a poco todos empezaron a situarse en el comedor para desayunar. Primero una zorra adulta de ojos verdes, como los de su padre, pero estos expresaban un gran ingenio. Venía con un uniforme de policía y una reluciente placa en el pecho.
—¿Soy la primera? —preguntó mientras se sentaba y miraba a su padre.
—Sí, Meloney, como siempre, cariño —respondió Nick, sonriendo.
Al momento, llegó un zorro rojo de diecisiete años, con lo ojos azules y de una viveza inquietante. Tenía una sonrisa de esas que te advierten de que te cuides de él, porque cuando te des la vuelta te gastará una broma. Tamborileaba una canción con sus dedos en el aire y dio un bostezo cuando se sentó a la mesa.
—¿Qué hay de comer para este irresistible zorro? —preguntó juguetón.
Meloney lo miró arqueando una ceja.
—¿Qué te parece veneno?
—¿Sigues enfadada por lo de ayer? —sonrió, aguantándose una risilla—. No era mi intención que te mancharas tu preciado uniforme, es solo que estabas en el camino.
—Pero no te detuviste, igual lanzaste el bote de pintura —replicó esta.
—Fue solo una manchita..., color rosa..., que abarcó todo el uniforme..., poca cosa.
—¡¿Poca cosa?!
—¡A mí no me grites! —se ofuscó él.
—¡No me alces la voz, James!
—¡Me vale tres pepinos que seas policía, Meloney, a mi no me...!
—¡Chicos! —reprendió Judy—. Por favor, ¿no pueden dejar de pelear?
—Pero... —dijeron ambos.
—¡Pero nada! —Judy se giró hacia Meloney—. Linda, no creo que tu hermano lo haya hecho a propósito, así que discúlpalo, además, tiene razón, es sólo un uniforme. —Apuntó a James con una cuchara y lo miró enojada.
James se encogió de hombros, divertido.
Ninguno de los dos zorros dijo nada y se dispusieron a comer. Aún faltaban que aparecieran los otros de la familia. Nick de un grito llamó a los demás y se sentó a la cabecera de la mesa, mientras Judy se sentaba en el otro extremo.
—¿Lista para tu primer día en la Fuerza? —preguntó Judy, entusiasta.
Meloney sonrió y asintió.
En cuestión de nada llegaron los demás al comedor. Los gemelos, Leo y Luke, de quince años, ambos conejos exactamente iguales, mismos ojos marrones, mismo tamaño y mismo pelaje blanco como la nieve; la única manera de identificar uno del otro era la pequeña cicatriz bajo el labio de Leo, la cual se ocultaba cuando sonreía y ambos tenían una sonrisa permanente. Era prácticamente imposible identificarlos. La única que lo hacía sin problema ninguno era Judy.
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Siempre estaré para ti (SEPT 1)
FanfictionNick y Judy están enamorados el uno de la otra, mas ninguno tiene el valor de confesarse; prefieren negarlo. Sin embargo, debido a un accidente de Nick con un delincuente, Judy es la primera en decirlo. Pero lo que ellos no saben es que ese delincue...