XV. Descubrimiento.

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En algún lugar en los límites de Distrito Forestal. Martes, 19 de octubre, 22:53 h.

En la mansión sede de Los Olímpicos, Zeus estaba planteando un método de ataque, primeramente contra la coneja y segundo contra Los Gigantes.

—¿Alguna duda? —preguntó a los que se encontraban en la mesa de reuniones en uno de sus despachos.

Ninguno de los presentes se negó. Zeus sonrió complacido, al fin iniciarían su movimiento. A su lado, Hera parecía analizar las reacciones de todos los presentes; poco después clavó sus ojos en uno de ellos.

—Hermes, ¿tienes idea de cómo podrás convencerlos? —preguntó la zorra fennec.

El aludido sólo colocó los codos en la mesa, entrecruzando los dedos a la altura del hocico, y emitió una sonrisa que no se logró ver con claridad. Sus ojos dejaban ver una planeación el dedillo, sumado a que la expresión de confianza era innegable.

—Claro que sí —aseguró—, por eso no se preocupen; mañana sabrán de mí.

Todos en el despacho asintieron conformes, cada uno con sus roles definidos, y la reunión terminó.



Downtown. Miércoles, 20 de octubre, 05:48 h.

Nick y Judy iban rumbo a la jefatura para un nuevo día de trabajo. Sonrientes porque era miércoles. Estaban a mitad de semana, faltaba poco para que llegara el preciado y hermoso sábado. Como siempre, Nick iba conduciendo su automóvil con el mayor cuidado del mundo, Judy iba de copiloto y Meloney en los asientos traseros recostada con algo de sueño. ¿Y quién la culparía? ¿Qué niño soportaría levantarse todos los días a las cinco de la mañana? Aquello debería ser ilegal.

Llegaron a la jefatura y todo transcurrió normal, al entrar saludaron a Garraza y Meloney le dio un abrazo. Ingresaron al salón donde daban las asignaciones del día y ahí estaba de nuevo Colmillar y su hija, cosa que hizo que el sueño de Meloney se disipara en un santiamén. Ambas pequeñas se saludaron emocionadas y se fueron a una esquina. Nick, Judy y Colmillar sonrieron ante la escena y los dos, Nick y Judy, se acercaron al tigre para saludarlo; estrecharon sus patas.

Bogo entró con su típico mal humor de siempre y dio las asignaciones para cada quién, los únicos que faltaron fueron Wilde, Hopps y Colmillar. Luego de que todos se fueran y nada más quedaran ellos seis, incluyendo a ambas pequeñas, Bogo se dirigió con un semblante serio, o más de lo normal, hacia ellos.

—Síganme. —Por el tono seco, aunque firme, de su voz, Nick intuyó sería algo importante. Demasiado.

Los tres observaban con extrañeza a Bogo, mas no rechistaron o pusieron pero alguno; se acercaron a sus respectivas hijas y salieron del salón siguiendo a Bogo. Ya en el lobby, él llamó también a Garraza para que los siguiera. Eso intrigó a Nick. «¿Para qué quiere a Ben?»

Como cadetes en la Academia, siguieron en fila india a Bogo, quien los comandaba, hacia una de las puertas en el recibidor, alejada de las vistas de curiosos, que varias veces Nick se preguntó que había dentro. Ésta estaba cerrada con llave. Bogo abrió y el cuarteto entró. El despacho era amplio, como para que cupieran unos cinco o seis elefantes sin problema alguno, archivadores de distintos tamaños adornaban una de las dos paredes laterales, mientras que la otra poseía un librero enorme, donde se leían algún que otro expediente o libro; en la tercera pared, frente a ellos, una extensión de tela la cubría por completo, que servía como pantalla para la imagen que un proyector, en la cabeza de la gran mesa oval estilo ejecutivo que había en el centro, emitía. Bogo cerró la puerta, se acercó a uno de los archivadores, buscó y sacó varios, para luego lanzarlos en la mesa.

Siempre estaré para ti (SEPT 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora