XX. Reencuentro

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Downtown, Hospital Central de Zootopia. Jueves, 3 de noviembre, 09:48 h.

El inicio de un nuevo día significaba para Judy más trabajo por hacer. Desde lo ocurrido en BunnyBurrows con los Olímpicos, sumado a todo el caos, la polémica que hubo y su constante sentimiento de culpa por no haber conseguido su objetivo, el cual era capturar a McLean, ella se las arreglaba para investigar por su cuenta, aprovechando que tenía tiempo libre que Bogo le confirió para hacerse cargo tanto de Nick como de su padre; cuidar a Nick y pasarse donde Stu, a quien cuidaba su madre. Todo eso, además, de comer, dormir y evitar que colapsase por el estrés. Llevaba quince días en esa rutina y ajetreo incansables, desgastándola física como emocionalmente.

Salió del elevador del hospital, volviendo del piso donde tenían a su padre, quien se había salvado por poco, ya que gracias a las zanahorias la bala no le rozó ninguna arteria importante, con sólo más que un pulmón perforado. Caminó por el pasillo y llegó a la habitación de Nick, abrió la puerta y entró.

Nick había llegado al hospital casi al borde de la muerte, con cuatro impactos de bala distribuidos en ambas piernas, uno en un hombro y uno en la muñeca, sumándole que casi murió desangrado. Las primeras horas luego de su ingreso a la sede fueron las más tortuosas después de las de su padre, porque en el caso de él, ella le pudo donar sangre sin problemas, al contrario que el de Nick, quien para su mala suerte tenía un tipo de sangre particularmente difícil de conseguir, sumado a que no habían zorros conocidos que le hicieran el favor de donarle.

Lo creyó muerto, hasta que, para su sorpresa, el mismo zorro que ella observó en el restaurante comandando a Los Gigantes, apareció ante ella, con una cara risueña y un poco burlesca, contrastando un poco con el pequeño ceño que empezaba a formársele.

—¿Qué haces aquí? —le había preguntado. Sabía que como estaba en un hospital, no podía hacer una escena en el lugar. Lo más que podía era interrogarlo.

—Calma, coneja. —El zorro alzó las patas en señal de rendición—. Vengo a hacer un acto de solidaridad. Aunque no lo parezca, soy muy solidario.

Judy había quedado un momento en blanco. Ese zorro tenía la misma personalidad que Nick. Y de hecho, si se fijaba bien, era muy parecido, con la única diferencia que sus ojos eran azules y no verdes.

Sin decirle más nada, el zorro pasó como si el hospital fuera su casa, le dijo a la enfermera dependiente que iba a donar sangre para Nicholas Piberius Wilde, a lo que ella le indicó los requisitos para hacerlo, sobre todo siendo para un paciente en específico. Él echó de lado todos los procedimientos con un gesto de la pata, argumentando que no era la primera vez que estaba donando; la enfermera le dio una planilla a llenar y se lo llevo. Mientras Judy había visto al zorro alejarse, estaba con una puya en la mente: muy pocos conocían el segundo nombre de Nick. Entre esos estaba ella, Bogo y algún que otro conocido, como Finnick.

Más aún, el hecho de que sentía haberlo visto desde mucho antes de lo ocurrido en el restaurante, pero no recordaba dónde.

Tiempo más tarde, salió con ese semblante alegre, aunque con un toque de mareo por la pérdida de sangre. Pasó a su lado y le guiñó el ojo, en una silenciosa promesa de volverse a encontrar. Tiempo después de que se hubiera ido, mientras cuidaba a Nick, Judy se había preguntado de dónde le parecía familiar ese zorro, dejando de lado el restaurante. ¿Por qué se preocupaba en ayudarlo? Sin embargo, el tema quedó de lado cuando, días más tarde, Nick despertó por poco tiempo.

Ahora, Judy terminaba de sentarse en unos de los sofás mullidos de un animal que había en la habitación de Nick, a la espera de que éste despertara de una vez; lo habían mantenido con anestésicos potentes para mitigarle el dolor por los días pasados hasta que estuviera clínicamente estable y lo despacharan, lo que le avisaron, era hoy.

Siempre estaré para ti (SEPT 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora