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Viernes por la noche. La oscuridad se extendía por la ciudad y la temperatura seguía bajando. Maldecí por no haberme puesto un sweater para cubrirme del frio. Mi hermana había prometido acompañarme pero la muy insolente se fue antes de que yo pasara por ella a casa de una amiga suya. Personas con pequeñas y grandes maletas pasaban a un lado mío, algunas me miraban raro. ¿Sería por estar moviendo impacientes mis piernas? El tiempo me mataba y el autobús en el que vendría Steve aún no llegaba. Dejé caer mi cabeza hacia atrás cerrando mis ojos, hasta que un mensaje llegó a mi teléfono:

"Estoy aquí"

Por fin.

Me levanté del asiento al verlo caminar hacia mí. Tomé un poco de aire tratando de tranquilizar mi corazón acelerado. Al llegar a mí, dejó caer sus maletas a un lado y me rodeó entre sus brazos.

-Cumplí mi promesa –susurró en mi oído.

No dije nada. No necesitaba decir algo. Lo abracé lo más fuerte que pude queriéndole transmitir un No-quiero-que-te-alejes-nunca pero claramente él no lo sentiría. Tenía que tener en mente que él nunca me vería como algo más que una fanática, y si tenía suerte, como una amiga. Hasta ahí estaba marcado el límite.

-Tengo una sorpresa para ti –dijo separándose de mí.

-¿En serio? –pregunté confundida–. ¿Y de qué trata?

-No te lo diré por ahora, tendrás que esperar hasta el domingo.

-Oh, vamos. ¿Crees que me esperaré hasta el día que te vayas? Habla, Rous.

-No –negó  con la cabeza–. Tienes que ser paciente –lo miré frunciendo el ceño mientras que él sonreía. Traté de tomar una de sus maletas para ayudarlo pero se negó respondiendo con un yo puedo llevarlas solo.

-Mañana comenzara tu recorrido por la ciudad–hablé llegando a mi auto que estaba estacionado frente a la puerta de la central.

-¿Es tuyo? –preguntó asombrado.

-Sí, recién comprado –me adentré en el auto al igual que él–. Te llevaré al hotel.

-Sí, está bien –sonrió. Lo miré por unos segundos, luego mi vista pasó a sus labios, esos delgados labios que deseaba besar. Tragué saliva y volteé hacia el frente.

-¿Qué? –preguntó divertido.

-Am... no, nada –contesté un poco nerviosa. Encendí el auto y coloqué mis manos en el volante. Steve rio.

-¿Acaso te pongo nerviosa? –preguntó mientras una ligera sonrisa se delineaba en su rostro.

No respondí. Me tensé cuando se inclinó un poco hacia mí. Mis manos empezaron a temblar y las aferré al volante. "Yo creo que sí", agregó sonriente. Pasó lentamente dos de sus dedos por mi rostro bajando hasta mi mentón, luego besó delicadamente mi mejilla. Apreté mis ojos.

-Me vengaré, Rous, lo juro.

Su presencia me ponía nerviosa. Sentí algo así como un cosquilleo cuando posó su mirada en mí. Al llegar al hotel nos quedamos unos minutos dentro del auto, ninguno de los dos bajaba o decía algo, hasta que Steve habló:

-¿Podrías quedarte conmigo esta noche?

-No creo, no avisé en casa –contesté.

-Entonces me quedaré contigo.

El No avisé en casa era una excusa, más bien significaba Mis padres me matarían si me quedó a dormir con una persona casi desconocida. Tomé mi teléfono y llamé a mi madre. Steve me miraba atento. Claramente no entendía nada de lo que estaba diciendo.

Viviendo el Sueño © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora