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Imaginé que nuestro vuelo sería programado para una semana pero no, al día siguiente a las diez de la mañana estábamos llegando al aeropuerto. La hora perfecta para facturar las maletas, comprar bocadillos y esperar nuestro vuelo.

-¿Quieres algo? –pregunté. Tomé varios chocolates, los suficientes para todo el camino.

-No, bebé. Gracias –dijo con la mirada perdida.

Me encogí de hombros y seguí tomando chocolates, también unas gomitas de panditas. Amaba esos dulces. Luego de un silencio no incomodo, Steve habló:

-¿Qué diablos es esto? –tomó una revista de un stand lleno de ellas. Sacó dinero de su pantalón y pagó la revista, junto con todas las golosinas que yo había tomado.

Antes de que el altavoz anunciara la última llamada del vuelo, ambos estábamos arriba del avión. Abrí unos panditas y comencé a saborearlos. Le ofrecí a Steve pero negó con la cabeza, estaba entretenido leyendo no sé qué cosa en la revista.

-¿Qué lees? –pregunté.

-Algo –cerró la revista. Lo miré tratándole de decir abre esa revista pero él solo sonrió algo nervioso. Se la arrebaté y comencé a hojearla–. No importa lo que dice, solo no...

-¿Pero qué es esto? –pregunté confusa.

"Creo que Steve Rous sí está tomando enserio la supuesta oculta relación que tiene con la mexicana Jennifer Smitt, esta fotografía fue de ayer en un café de New Jersey. ¿Será que en realidad Steve encontró el amor verdadero o solamente es solo una de sus amigas? Pero que alguien me explique... ¿quién besa las manos de sus amigas en el modo que Rous lo hace?"

-Sabes algo –dijo Steve–, me interesa una mierda lo que digan –tomó la revista y la aventó al suelo. Tomó mi rostro y me plantó un beso en los labios–. Vamos a México y olvidémonos de esto.

Y de verdad parecía no importarle. Era mínima la preocupación que le hacía sentir ese pedazo de papel, lo único que le preocupaba era el hecho de mi intranquilidad y la pequeña Allison.

Luego de un largo viaje, llegamos a México. Antes de llegar a mi hogar, paramos a comprar un par de cosas, nada exagerado. Recorrimos calle por calle, tienda por tienda. Me había sobrado un poco de dinero, entonces decidí gastarlo en ropa. "Eres una compradora compulsiva, te llevaré a rehabilitación", bromeaba Steve. Si conocieras bien a Irma te llevarías el susto de tu vida. Luego de decirme que era broma, dijo que era en serio.

En la última tienda que paramos, miré un precioso vestido color azul cielo. Lo deseaba. Pregunté por el precio pero al darme cuenta que no podía costearlo, me olvidé de él.

-¿Cuánto vale? –preguntó Steve.

-$2000, pero olvídalo. Al fin de cuentas no me gustaba tanto –dije y avancé hacia la salida.

Al no sentir a Steve a un lado o cerca de mí, di la vuelta para buscarlo. Estaba hablando con la chica. NO. Sabía que lo iba a comprar. Traté de impedir que lo comprara pero era demasiado tarde, él estaba firmando un boucher.

-¿Por qué haces esto? –le pregunté llevando mi mano a la cabeza.

-Porque desde ahora yo pagaré todo.

Cualquier chica desearía que su novio le pagara todo lo que quisiera. Pero, número uno: Steve no era mi novio, y número dos: odiaba que hiciera eso. No me gustaba que gastara en mí. Sentía que abusaba de él y no quería eso.

Como era de esperarse, aparecieron un par de fans. Verlas contener toda su alegría me llenaba de melancolía. Cuando era adolescente, era como ellas puesto que iba de lugar en lugar en busca de accesorios o discos de la banda. Soñaba con verlo por lo menos una vez en la vida y justo en ese momento lo tenía a un lado. Una de las chicas habló:

Viviendo el Sueño © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora