Miré alrededor y escuché un grito que me hizo salir de órbita. Me sacudí un poco. El grito provenía de mi madre.
¿Qué diablos está haciendo aquí? Se suponía que faltaba cerca de un mes para ir a México para comentarle sobre mi embarazo.
Se miraba más joven de lo normal. Se miraba tan cambiada aunque las ojeras que se cargaba no le ayudaban, pero aun así se miraba más joven. Su cabello estaba de distinto color, era exactamente el color que antes acostumbraba pintarse.
La tenía frente a mí, se miraba anonadada. En segundos corrió hasta mí y me abrazó fuertemente. El doctor trató de detenerla pero no lo logró. Mi madre comenzó a llorar y a agradecer al cielo por haber despertado. Comencé nuevamente a mirar alrededor y sí, estaba en un hospital
Esperen que... ¿Por qué nuevamente estoy en el hospital? ¿Y dónde está Steve?
No sabía que sucedía. Mi cabeza me dolía arto, aunque me sentía más viva que en los últimos meses.
Si me pagaran por las veces que he estado en un hospital, sería millonaria.
Había un montón de aparatos alrededor de mí y los sonidos que estos emitían me provocaban dolor de cabeza. Traté de mover una de mis manos para abrazar a mi madre pero algo me lo impedía. Fruncí el ceño al mirar que tenía varios aparatos conectados a mí. ¿Qué jodidos es esto? Me pregunté mil veces. Entonces pensé en aquel tonto momento que había ocurrido hace unos cuantos minutos detrás del escenario de esa entrega de premios pero no podía recordar mucho. Tal vez me sentía mal y me desmayé, y por ello estaba conectada a miles de aparatos en ese hospital.
Mi madre, aun prensada a mí, tomó con sus dos manos mi rostro y apretó mis mejillas, dio unos cuantos besos y habló:
-No vuelvas a hacerme esto –sollozó mi madre.
¿Hacerle qué? ¿Desmayarme? Una chica de veintidós años no puede controlar su cuerpo al momento de desmayarse. Era un comentario estúpido. Lo que me pregunté a continuación fue el tiempo que estuve desmayada, y nuevamente me preguntaba en dónde estaba Steve.
El doctor se acercó a nosotras.
-Bendito Dios –dijo–. Solamente necesito que me confirme bien sus datos en cuanto su edad.
-Claro –contestó mi madre, aun sollozando.
-¿Sigue teniendo veinte años? –preguntó el doctor. Mi madre asintió.
No, mi madre está equivocada.
-Um, no –dije en voz baja.
Mi primera palabra emitida desde que desperté. Se escuchaba tan real, tan viva, tan mía, tan yo. Mi madre me abrazó aún más fuerte y siguió lloriqueando.
-M-madre, tengo veintidós –titubeé. Mi madre se alejó un poco para mirarme y soltó una risita.
-¿De qué hablas, Jennifer? Faltan casi dos meses para que cumplas veintiuno. Gracias al cielo sólo estuviste cuatro semanas en coma.
¿Coma?
-¡QUÉ! –grité.
¿Qué mierdas está pasando? Jenni, tranquilízate.
-¿De qué estás hablando? ¿Cómo que caí en coma? –pregunté mientras miraba a todos lados tratando de buscar una salida.
-Tranquilízate –dijo mi madre.
-¿¡Dónde está Steve!? –pregunté desesperada. Necesitaba que alguien me dijera lo que estaba pasando.
-Eso no importa ahora, lo importante es que despertaste.
ESTÁS LEYENDO
Viviendo el Sueño ©
Ficção Adolescente¿Cómo diferenciar la fantasía de la realidad? El sinónimo perfecto de la palabra fantasía sin duda alguna lo gana Jennifer Smitt. Jennifer es una chica llena de sueños y metas que tiene propuestas a futuro. El deseo de realizar uno de sus sueños hac...