Se cumplió exactamente una semana desde mi llegada a New Jersey y aunque tenía poco tiempo, parecía que llevaba meses, puesto que la mayoría del tiempo la pasaba solitaria. Steve tuvo un pequeño problema con Amanda, así que no podía andar paseando conmigo por toda la ciudad. No quería que algún paparazzi nos viera e hiciera un problema aún más grande. Le sugerí que lo más correcto era que regresara a México y en otro tiempo regresar a New Jersey pero se negó. "Tú no te iras", dijo. Aun así, amaba mi soledad. Me sentía a gusto con ella.
La ciudad era mía, paseaba cada día y lo disfrutaba junto con la compañía de mi reproductor. Con eso dejaba respirar y descansar un poco mi cerebro para que dejara de crear historias imaginarias que jamás iban a suceder. A mis padres los llamaba constantemente para preguntarles el cómo estaban y comentarles que mi viaje se extendería un poco. Ellos querían que regresara, pero yo no lo deseaba así.
Accedí al museo en el centro de la ciudad. Toda la semana se expondría una galería de un artista nuevo nacido en New Jersey, que el nombre lo olvidé al instante. Saqué mi cámara y fotografié algunas de sus fantásticas obras.
Mi teléfono sonó. Una ligera sonrisa se formó en mi rostro.
-Jenn ¿Dónde estás? Necesito verte –dijo Steve tras el teléfono.
-En el museo. ¿Pasó algo?
-No puedo contarte por aquí, te desmayarías al enterarte.
-¿Por qué? –pregunté soltando una risa diminuta–. Dime dónde estás.
-No te muevas, voy para allá –colgó la llamada.
Qué diablos. Guardé mi teléfono y seguí fotografiando algunas de las piezas. Luego de unos minutos, Steve llegó apresurado. Su respiración era agitada, apoyó sus manos en las rodillas, se veía agotado. Llevaba una cara de espanto, pero con una combinación de alegría y entusiasmo.
-Cálmate, vienes muy alterado.
-Adivina quién tocara en el festival de Viva New Jersey –preguntó emocionado, retomando su postura.
-¿The Rous Band? –pregunté entusiasmada.
-Sí, pero no tocaremos solos. ¿Quieres que te dé un pista sobre con quién compartiremos el escenario?
No tenía ni la menor idea. Steve trataba de darme pistas pero era un fracaso en adivinar cosas. Él estaba demorando mucho y yo me estaba desesperando. Cuando casi lo amenazo con asesinarlo si no me contaba rápido de quien se trataba, habló:
-Tú.
Quité la sonrisa que tenía segundos antes para quedarme en anonadada. Solté un largo QUÉ lleno de euforia logrando extenderlo por todas las paredes del museo. Steve tapó mi boca con su mano y me sacó de ahí puesto que la poca gente que estaba dentro de lugar nos miraba extraño. No. No, no y no. Me negaba una vez, me negaba cien veces, me negaba mil veces y las que fueran necesarias. Yo no sabía cantar, bueno sí, pero no del todo bien. Tendría que ensayar hasta que saliera un poco mejor, no, tendría que ensayar hasta que saliera todo perfecto. Luego de salir de mi impotencia por querer golpearlo, llegó el entusiasmo. Quería abrazarlo. Quería abrazarlo y besarlo. Sin embargo, en ese momento solamente deseaba un abrazo suyo.
¿Qué estás haciendo, Steve Rous?
Hablé con Steve sobre lo importante que era para mí el que mis padres estuvieran presentes en el evento. Por su parte no hubo ningún inconveniente de que ellos asistieran. Así que corrí a la recamara del hotel y llamé a mis padres para avisarles la grandiosa noticia con la cual llegó Steve al museo. Ellos, por obvias razones, se entusiasmaron al igual que yo. Les expliqué un poco de que consistiría el evento y que tendrían que tomar un vuelo hasta New Jersey.
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Viviendo el Sueño ©
Novela Juvenil¿Cómo diferenciar la fantasía de la realidad? El sinónimo perfecto de la palabra fantasía sin duda alguna lo gana Jennifer Smitt. Jennifer es una chica llena de sueños y metas que tiene propuestas a futuro. El deseo de realizar uno de sus sueños hac...