Capítulo 11

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Una cita. Ellos tendrían una cita.

Millie había ido a varias citas con Matt, pero no pasaban de ser algo normal como ir al parque o ver una película en casa de Matt. Ese tipo de citas habían tenido ellos.

Sin embargo, Leo no era Matt, él siempre llevaba las cosas a su ritmo. Esta vez Millie no sabía qué hacer.

Revisó su vestuario una y otra vez, en busca de algo presentable para ponerse. Entonces se detuvo.

«No es como si fuera algo importante. Cualquier cosa estará bien.» pensó Millie.

Finalmente se puso un jean negro y unas botas cortas de color beige. Arriba se puso una blusa blanca y una campera del mismo color que las botas. Todo hacía que resaltara su cabello naranja, el cual decidió llevar con una trenza floja.

Por último, se miró al espejo y se dio a si misma el visto bueno.

Cuando salió de su casa, escuchó un silbido. Leo le hecho una buena mirada. Su cabello, su brillo labial, sus mejillas sonrosadas, sus ojos avellanas, su ropa, todo en ella se veía lindo y eso hacía que se tentara a acercarse más rápido de lo que tenia planeado.

«Oye amigo, calma tus instintos. Tienes que ir con cuidado, ella es preciada.» se dijo Leo a sí mismo.

—Te ves preciosa Millie. —le regaló una sonrisa.

—Solo me vestí como lo hago normalmente, nada del otro mundo. —dijo sin expresión alguna.

—Aun así, lo estás. —aseguró, mientras la observaba salir de su casa.

Leo miró detenidamente la casa de Millie, algo raro había allí. Parecía muy sombría a pesar de que había gente viviendo allí.

—¿No tienes a nadie que cuide del jardín? —preguntó curioso.

—A mi mamá no le gusta la gente extraña, así que no permite que nadie venga y tampoco sale de casa—soltó mientras miraba su reloj—. Vamos de una vez.

Leo asintió y emprendieron viaje. Sin duda, sería un gran día.

Fueron al cine y eligieron una película. Allí notaron que sus gustos eran similares.

Aún faltaba un rato para que empezara la función, por lo que Leo le dijo de ir al salón de juegos que estaba al lado y Millie aceptó.

El lugar era el paraíso de los juegos, enorme y muy completo, pero por sobre todo había bastante gente.

Aun así, eso no fue rival para ellos, que recorrieron todo el lugar y ganaron algunos premios. Cuando se acercaba la hora se dirigieron a la salida y para no separarse en la horda de gamers, Leo tomó a Millie de la mano.

Al llegar a la puerta Leo quedó estupefacto, Millie se estaba riendo. Ella se estaba divirtiendo de verdad. Él quedó embobado por la cara sonriente de Millie.

Se dirigieron a la sala del cine dónde les pidieron los boletos y luego fueron en busca de sus asientos.

La película duró casi dos horas y les gustó a ambos. Salieron del cine emocionados y platicando sobre las partes más geniales.

Después de caminar un rato, pararon en frente de un carrito de helados y compraron uno para cada uno. Luego se sentaron en un banco a disfrutarlo. Leo miraba a Millie sonriente.

—¿Qué ocurre? —pregunto ella desentendida.

—Nada, es que no has soltado mi mano en ningún momento. —dijo Leo.

Al darse cuenta de eso, soltó la mano de Leo y miró para otro lado para ocultar el rubor de sus mejillas.

—¿Te has divertido? —preguntó Leo.

Millie lo miró brevemente y luego devolvió su mirada al helado. La verdad es que llevaba tiempo sin divertirse tanto. Sus amigas siempre habían estado en sus asuntos y cuando salían iban a lugares que a ellas les gustaban.

—Si. Gracias por todo...—dijo con una sonrisa.

Millie tenía una cálida sensación en su pecho, una que la hacía sentir bien, a gusto.

Después de eso, pasaron un largo rato charlando sobre cosas sin mucha importancia. Hasta qué se hizo de noche y él la acompañó a casa.

Las luces apagadas le daban una mala señal a Leo. Sin embargo, Millie atrajo su atención y le agradeció.

—En vez de agradecerme, piensa a donde iremos en la próxima cita—dijo mientras la tomaba de la mano—. Quiero que se repita Millie.

Ella estaba algo sonrojada pero no podía negar que había disfrutado de la cita.

—De acuerdo...—musitó esquivando la mirada de Leo.

Antes de que ella dijera algo más, él se acercó y le dio un beso en la mejilla como despedida. Seguido de eso se volteó y se fue.

Millie se tocó la cara y pudo sentir el ardor en las mejillas.

«Es astuto.» pensó.

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