Capítulo 21

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Cuando Millie despertó ya era de noche, pudo saberlo por la luz de la luna que entraba por su ventana. Miro a sus lados y se encontró sola en su habitación, otra vez. Se puso de pie y notó que las luces del pasillo estaban prendidas.

Salió de su cuarto y bajó las escaleras llevándose una gran sorpresa. La casa estaba limpia de nuevo, no había ropa tirada y se escuchaba el ruido en la cocina.

Leo salió de allí y se encontró a Millie de pie observando todo.

—¿Te sientes mejor? —preguntó con una sonrisa.

—Si...todo esto...—musitó, señalando los rincones.

—No podía dejarlo así, por lo que me puse a limpiar mientras dormías. — dijo Leo sonriente.

—¿Y esto? —preguntó señalando su pijama limpio—¿Lo cambiaste tú?

Leo se puso colorado y nervioso. Millie hizo eco de él. Empezó a caminar hacia Leo para golpearlo. Entonces, salió de la cocina Blanca, la mamá de Leo.

—Ah lo siento querida, fui yo. —dijo mientras acomodaba el delantal.

—Señora Blanca...—soltó sorprendida.

—Veo que me recuerdas...—sonrió—Leo me llamó para que lo ayudara y me sorprendió saber que eras tú.

—¿Se conocen? —preguntó Leo.

—Ella era la vecina que cuidaba de mí.

—Vaya, eso explica por qué mamá desaparecía varias horas al día...

—Quizá no lo recuerden, pero una vez traje a Leo para que jugaran—comentó con un tono cálido—. Ese día no lograron hacerse amigos, pero veo que después de muchos años se han juntado...

—¡Mamá! —chilló Leo.

Los recuerdos de ese día los embargaron de un momento a otro.

Millie no estaba acostumbrada a los demás niños por lo que se escondía de Leo. Él quería hacerse su amigo, pero ella era difícil de tratar. Al final del día, Millie le regaló una flor a Leo y se volvió a esconder. A ella le agradaba Leo.

—Ese día Leo dijo: "Mamá, definitivamente, haré que Millie se sienta bien a mi lado... Seremos amigos."

—¡Mamá! —Leo estaba sonrojado.

Millie sonreía mientras los veía. Su casa parecía viva otra vez y todo gracias a ellos.

Después de un rato, cenaron todos juntos. Era la primera vez en mucho tiempo que Millie cenaba acompañada. Deseó que aquello durara para siempre.

—Vendré mañana para prepararte el desayuno—dijo Leo con una sonrisa—. Si te sientes mal, llámame.

—De acuerdo.

Leo y Blanca se fueron dejando la casa vacía de nuevo. Sin embargo, había algo diferente. Ella ya no tendría que ocultarlo más. Había encontrado personas en las que confiar, personas que la apoyarían pase lo que pase.

Al día siguiente, como lo prometió, Leo llegó para hacerle el desayuno. Millie se había preparado para ir al colegio.

—Gracias, Millie.

—¿Por qué?

—Por dejarme entrar en tu vida y por confiar en mi—Leo le regaló una sonrisa cálida—. Gracias.

Millie sonrió mientras Leo servía el desayuno. Ella era la que más agradecida estaba. La llegada de Leo le había dado fuerza, más de la que había fingido tener con sus ex-amigos.

Cuando él se sentó, Millie se puso de pie y rodeó la mesa hasta llegar a su lado. Se agachó, le dio un beso en la mejilla y regresó a su asiento.

Leo quedó estupefacto, no sabía cómo reaccionar ante la muestra de afecto de Millie. Entonces la miró a la cara y entendió lo que ella estaba pensando.

«De nada»

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