8.-Penumbra.

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—Te apresuras o no vamos.- ya eran casi las ocho de la noche y mi querida hermana no aligeraba el paso para salir de casa y venir en cuanto antes.

Se suponía que era ella la emocionada por este escándalo adolescente, no yo. Estaba vestida hace horas, unos jeans oscuros, con un par de botas cafes y una camisa de botones color menta que me llegaba debajo al trasero. No quería verme escandalosa con respecto a la vestimenta. Así que opté por lo mas adecuado, a mi estilo.

Mi madre aun estaba preocupada porque fueramos a la 'fiesta'. A estas alturas yo tampoco estaba muy convencida de ir. Pero si me estancaba en no ir probablemente Nathalie armaría el drama de su vida, así que para ahorrarme escenas innecesarias no reprochaba algo, solo el simple hecho que estaba tardando y yo ya estaba planeando el regreso a casa.

—Estoy pensado en no ir.— grité hacía las escaleras. Escuché la puerta de la habitación de Nath abrirse.

Unos tacones de escarlata, con un vestido descotado negro con vuelos, que le llegaban arriba de su rodilla, se asomaban por encima de su cuerpo.

¿Seguro que mamá la dejará salir así?

—¿Que tal me veo?— bajó el último escalón. Dio un giro de 360° sobre sus talones/tacones para que la observara.

—¿Con qué te gusta el perreo intenso?— alcé una ceja, regalandole una sonrisa ladeada.

—¿Me crees capas?— posicionó una mano sobre su pecho. Según se sintió ofendida. Ni ella se lo cree.

—¿No crees que esa pregunta esta de más? — me crucé de brazos aun con mi ceja alzada.

—Pero, Nath...— hora de la reprensión. Sonreí sin mostrar los dientes. Mi madre llegó a nuestro lado.

—Mamaaá...— comenzó Nath. Mi madre subió un dedo haciéndola callar.

Esto se va a poner bueno.

—Pero, mirate.— reprendió. Posicionó ambas manos en su caderas. Aún no quitaba la sonrisa de mi rostro.— Estas preciosa.— se borró por completo. La observé con el ceño fruncido.

—¿Qué?— escupí.

—Tu eres la envidiosa.— Nath aprovechó para sacarme la lengua.— Te espero a fuera.— caminó hacia la puerta de casa y salió. Observé a mi madre con el ceño fruncido.

—No puedo creerlo.— me crucé de brazos. Ella se acercó un poco estirando una mano a mi dirección y acarició mi antebrazo.

—Solo por hoy.— me ofreció una sonrisa, yo en cambio bufé. Era increíble.

—Si tu lo dices. — me acerqué un poco mas a ella y planté un suave beso en su frente.— No vemos luego.— ella asintió.

Sin perder mas tiempo caminé a la entrada y salí. Nathalie se encontraba frescamente recostada en la camioneta. Me apresure para llegar a ella.

—Dame lugar, sucia.— la empuje haciendo que tambaleara hacia a un lado. Encontró la manera de mantener el equilibrio para no caer.

—No es mi culpa que te duela que yo sea mas atractiva que tú. — tomé el picaporte y antes de entrar le respondí:

—Sí claro, ilusa.— entré cerrando la puerta sin mas. Por el retrovisor observe que rodeaba el auto para sentarte a mi lado mío.

—Prefiero ser ilusa a ser descendiente de los changos.— tomó el cinturón y lo presionó con la otra parte de el.

—Debo informarte que...— observé por el retrovisor acelerando en reversa. Salí de camino de concreto que llegaba al garaje donde el auto se encontraba estacionado fuera de él, llegando a la calle, jugué con el volante para quedar verticalmente sobre esta.— Los changos somos mas listos que una ilusa con un pedazo de tela mal puesta.— acelere un poco.

BLACK EYESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora