¿Qué me observa tanto? ¿En realidad me esta observando? Como podía saberlo si no divisaba su rostro.
Tomé el picaporte de la puerta, de igual manera tome una profunda respiración. Exhale el aire. Tomé el valor para abrir la puerta y enfrentar mis miedos.
El tipo dio tres pasos hacia atrás, era como si me estaba dando lugar a que bajara de la camioneta. Empuje la puerta y salí del esta, la cerré con tranquilidad tras de mi. Lo observé y fue aquí cuando mis nervios se empezaban a disparar.
—¿Tú eres?— tenía valor de preguntar sin titubear.
No respondió en lo absoluto. Dio otro paso hacia atrás y observó un lado de la carretera.
En realidad no me importa quien era, no me importaba en lo mas mínimo. No se porque había formulado esa pregunta. Estuvo de más. Tenía que buscar a Isabelle, y el tiempo se me estaba consumiendo. Necesitaba ayuda, y tal vez estaba frente a mi.
—¿Puedes ayudarme con...— señalé con mi pulgar por encima de mi hombro la camioneta. Sólo me observaba, o eso me hacía creer.
—En realidad necesito ayuda,—me encontraba totalmente preocupada y mi tono de voz me delataba.—Mi mej...
—¿Qué le pasó? —preguntó sin más. Su voz era ronca, demasiado ronca.
—Creo que el combustible se acabó.— escuché una corta risa burlesca escapar de sus labios.
—No creo ayudarte con eso.—metió sus manos en una pequeña bolsa que tenía por delante el diseño de su suéter.
¿Por qué no se quitaba la capucha?
Suspire decepcionada. Excelente, me quedaré aquí hasta el amanecer, esperando un auto que tal vez llegue o tal vez no, no se sabe. Mi mejor amiga está a fuera de casa de su gran novio muriendo de frío. Perfecto, sin poder ayudarla. Me sentía con las manos atadas.
Toque mi frente y la sobe. Me di la vuelta y me disponía a encerrarme en la camioneta. Tenía planeado estar sentada esperando, hasta ver unas luces a lo lejos, salir de este y pedir ayuda.
—¿No crees que es peligroso que te quedes aquí, sola?—preguntó a mis espaldas. Giré sobre mis talones, y no podía creer lo que miraba o mejor dicho, no podía creer a quien miraba.
Era Nathan, o ese me había dicho Anwar, el otro chico de las bancas.
Ahora si estaba nerviosa en realidad, no me explicaba porqué.
—No, no...—Estaba tartamudeando. ¿Qué estupidez me esta sucediendo? ¿Por qué reacciono así? Trague saliva.— No lo creo.— Al fin respondí firme.
Río por lo bajo. Rascó un poco su cabello desviando sus ojos hacia un lado. Estaba inmóvil, en espera de una respuesta que al parecer no la iba a obtener. Suspire captando su atención.
—No creo poder ayudarte.— cerré mis ojos, apretándolos fuertemente.— Pero tal vez te ayude a cuidar...— señaló el objeto detrás de mí. Coloqué mis manos en mi rostro y restregue a estas en el.
Bien, no podía ayudar a Isabelle, era definitivo. Tal vez se controlaba, pensaba claro y entraba a casa de Paul por un momento para entrar en calor.
Yo estaría bien, o eso creía. Quien me preocupaba era ella, solo ella. No me quedaba más que aceptar la oferta completamente gratis de un extraño.
Me disponía a sentarme en el otro extremo de la calle, donde él estaba en pie.
—¿Qué haces?— detuve mi acción a su lado.
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BLACK EYES
ParanormalATENCIÓN: Esta novela la escribí cuando tenía quince años, por lo tanto, puede contener faltas ortográficas que aun no han sido corregidas, algunas contradicciones y poco desarrollo de los personajes. La revisión continúa en espera. Nerviosa abrí la...