Capítulo 2.

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Cuando Kyuhyun abrió los ojos al día siguiente, su deseo no se vio cumplido. Seguía atrapado en aquella vida de mierda que le había tocado.

Cerró los ojos, no queriendo aceptar su destino todavía, luchando por regresar al mundo de los sueños unos minutos más. Sin embargo, el sonido de los pájaros al otro lado de la ventana y un molesto rayo de Sol dirigido directamente a sus ojos, le obligaron a salir de la cama. ¿Es que tenía que mofarse el tiempo de él incluso aquel día? ¿Tenía que hacer un día tan bonito con el Sol brillando y los pajaritos cantando el día que iban a encerrarle por siempre en el palacio de Su Majestad?

Kyuhyun contuvo un grito de desesperación y se puso en pie un tanto furioso. Se acercó a su armario, a cambiarse de ropa, pero antes de abrirlo, reparó en la maleta cerrada que había junto a éste. Resopló y se acercó a ella para abrirla. Su ropa ya se encontraba toda allí, había vaciado su armario el día anterior. Se vistió, guardando su pijama en la maleta y se metió en el baño a lavarse los dientes y la cara.

Una vez terminó con su rutina de la mañana, miró hacia la puerta. ¿Debería ir hasta la cocina a desayunar? Resopló de nuevo. No tenía ningunas ganas de encontrarse al señor Kim y a Tae Hoon, el otro chico que vivía en aquel lugar ahora. No tenía fuerzas para enfrentarlos en su último día de libertad.

Decidió, que ese día lo pasaría lejos de la ciudad. Ya que después de aquella tarde, iba a pasarse su vida encerrado en el palacio, tomó la decisión de disfrutar a su manera de su último día de libertad.

Se acercó a la ventana de su habitación y la abrió. Era un segundo piso, pero nada que no pudiera solventar un pequeño salto. Se subió al alfeizar y se dejó caer, posándose con suavidad sobre los talones de sus botas.

Echó a correr. Correr era su libertad, sentir como el viento le acariciaba las mejillas y le revolvía el pelo le daba la sensación de ser como un pájaro libre, capaz de volar a cualquier lado. Eso era lo que él más deseaba.

Pasó la mañana en el bosque que rodeaba el pueblo, aún dentro de los límites de su reino. Varias ardillas le siguieron en su travesía, algún que otro pajarito también iba detrás de él. A Kyuhyun aquello le gustaba. Los animalitos del bosque siempre habían mostrado un especial cariño hacia él. Y, dado que nadie había mostrado nunca ese sentimiento hacia él, se sentía querido cada vez que visitaba el bosque, como si aquel lugar lleno de árboles y matorrales fuese su verdadero hogar en lugar del pueblo del reino Blanco.

Durante su caminata-carrera por el bosque terminó llegando al límite de las fronteras del reino. La muralla que separaba el reino Blanco del reino de Grehem. Kyuhyun también conocía bastante bien aquel lugar, como en ese momento, eran muchas las mañana que había pasado en aquel bosque y más de una vez había recorrido a pie el límite del muro, acariciando las frías losas de piedra cubiertas de unas tupidas hiedras enredaderas.

Kyuhyun echó un vistazo hacia arriba, ¿qué aspecto tendría el reino de Grehem? Las historias que se contaban en su tierra hablaban de una ciudad fantasmagórica y de apariencia abandonada en la que los corvus, sus habitantes, malvivían cazando.

Era una visión para nada alentadora del otro lado de la muralla, pero bien sabía él también que los habitantes del reino Blanco exageraban de lo lindo con la única finalidad de conseguir que sus gentes no se acercaran a aquel lugar.

A él le picaba la curiosidad, pero no era tonto. Puede que todas las historias que se contaban de los corvus no fuesen más que invenciones y patrañas, pero las desavenencias entre ellos eran fuertes y él lo sabía, no iba a arriesgarse a sortear el muro para llegar al otro lado sólo por curiosidad.

Corvus & CygnusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora