Culpa.

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Cuando vi la cara de mi novia, pálida y golpeada, no pude evitar sentirme frustrada e impotente.

-Es mi culpa...- susurré.

El día transcurrió bastante lento, así eran todos los días en ese hospital, cada uno más largo que el anterior. Al cabo de una semana, mis esperanzas empezaban a aumentar, ella recuperaba el color en su piel y dejó de ser blanca "fantasma" a ser blanca "viva".

Pasaron tres semanas y yo no había salido de ese hospital sino para ir a tiendas a comprar algo de comida, eso sólo cuando me daba hambre. La culpa no me dejaba comer, de haber estado ahí, ella no estaría inconsciente. Ella seguía sin dar señales de vida, ya me había acostumbrado a no ver más que esas blancas paredes alrededor de su habitación. Otra semana más pasó, estábamos en enero.

Un día desperté porque la enfermera a cargo de Alice me dijo que tenía visitas. Eran los padres de Alice.

-Mía...- susurró su madre entre lágrimas. Corrió a abrazarme y no pude hacer más que pedirle disculpas mil veces. Me sentía del asco.

Su padre me miraba con tristeza, parece que él también necesitaba un abrazo, me acerqué a él y lo miré, pidiendo permiso. Él asintió con la cabeza y me abrazó, no dijo ninguna palabra, sólo me abrazaba mientras las lágrimas caían silenciosamente por su rostro.

-Lo siento tanto...- dije con el corazón roto, no podía seguir viendo a sus padres sufrir por mi culpa... De haber estado ahí... Ella no estaría...

-¿Tú crees que se recupere pronto?- preguntó su madre, sacándome de mis pensamientos. Sus ojos me suplicaban una respuesta honesta. Su padre me soltó y me miró seriamente, aún con lágrimas recorriendo su cara.

-Y-yo... No lo sé.- dije algo desanimada.

-Las clases empezaron hace dos semanas...- dijo su padre, obviamente quería cambiar el tema.

-Lo sé. No tengo ganas de dejar a Alice sola, tampoco quiero ir a la escuela.- respondí.

-Entendemos eso, pero deberías ir al colegio, nosotros cuidaremos de ella y tú la puedes visitar cuando quieras.- dijo su madre, tomó mis manos. -Ella puede con esto, yo tengo fe en que despertará pronto.

No pude hacer más que sonreír, no quería ir a la escuela pero sabía que era lo correcto. A pesar de saberlo...

-Lo siento, pero no iré, no la voy a dejar... No de nuevo.- dije decidida, pero con un tono de culpa.

-Bueno, está bien... ¿Podrías dejarnos a solas con ella? No tardaremos mucho.- dijo su madre.

Asentí con la cabeza y salí de la habitación, decidí dar una vuelta por el campo del hospital y vi algo que llamó mi atención, una pareja. La chica estaba en silla de ruedas, el chico le daba un paseo.

¿Así nos veremos Alice y yo cuando se despierte?

Los observé un rato, ella sonreía muy feliz mientras él forzada una sonrisa. Obviamente él se sentía incómodo, ella le preguntó qué le pasaba y él sólo dijo esto:

"No es nada, linda. Sigamos con tu paseo."

En sus ojos se veía la culpa, él era como yo, no pudo proteger aquello que tanto amaba y eso lo estaba matando, al igual que a mí. El paseo de la pareja continuó hasta que decidí entrar al hospital y volver a la habitación de mi novia.

Cuando entré, los padres de Alice estaban llorando, su madre sostenía su mano y su padre tenía el brazo alrededor del hombro de su mujer, consolándola. Me sentí terrible nuevamente. Ellos voltearon a verme y decidieron salir de la habitación, me dieron las gracias por cuidar de ella y se fueron, creo que no soportaban verla así... Y no los culpo, mi castigo es verla en esa condición cada día, es el castigo que decidí darme por ser tan estúpida como para no haber estado a su lado en aquel momento.

Pasó otra semana, ella parecía estar en coma, no daba señales de vida, no se movía ni hacia ruido alguno. Mi pecho ardía cada mañana al verla, me había acostumbrado a despertar y verla abrazándome con ternura... Pero esto... Esto no se parece nada a aquello. Al abrir los ojos sólo veo a una chica inmóvil en una camilla.

Ya no estaba golpeada, sus heridas sanaron, ella estaba bastante bien físicamente, se recuperó por completo. Pero no despertaba.

Un día creí escucharla susurrar mi nombre, fue una mañana. Estaba dormida, teniendo esa misma horrible pesadilla de siempre, cuando escuché un susurro... Era su voz, dijo mi nombre. Abrí los ojos, la miré como si eso fuese a hacer que ella repitiera las palabras que creí escuchar, pero ella no dijo nada, sólo se quedó allí inmóvil como siempre... Mi corazón se detuvo durante un segundo, el dolor había aumentado.

-Esa fue una broma cruel... Realmente pensé que me habías hablado.- susurré, le di un beso en la frente y salí a caminar por el hospital nuevamente.

A su lado no hace frío. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora