Un Gran Error.

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Narrador

Alice y Mía fueron invitados por António a una de las mejores fiestas del instituto. A pesar de que él había dejado sus comentarios fuera de lugar y parecía haber vuelto a ser el amable chico de antes, no se sentían del todo confiadas. Aún así, aceptaron ir.

Era un viernes por la noche. A las 7pm iniciaba la fiesta.

Ambas estaban en casa de Mía, por primera vez luego de mucho tiempo, y se estaban alistando para salir.

Mía, con unos jeans negros, una franela blanca, una chaqueta negra de cuero y unos tennis blancos, se terminaba de alisar el cabello. Y Alice, con una falda vinotinto, unos tacones negros y una camisa negra con las palabras "look at me" escritas en ella, estaba terminando de maquillarse.

-Estoy lista.- declaró Alice mientras veía a Mía con admiración, quien estaba sentada en la punta de la cama jugando con sus dedos nerviosamente. -Te ves hermosa.- dijo con una sonrisa.

-Gracias...- susurró avergonzada Mía. -Tú también te ves hermosa.- Alice se sentó a su lado y tomó su mano.

-¿Hace cuánto no vamos a una fiesta?

-Desde aquella vez donde me ensuciaron el vestido.- respondió insegura. Alice sonrió y llevó la mano de Mía a sus labios para plantar un delicado y tierno beso en ella.

-Todo va a salir bien, ¿vale? Sé que no te gustan las fiestas, y me alegra saber que estas dispuesta a acompañarme.- apretó ligeramente la mano de su novia. -Te amo, no lo olvides.- pidió mirando a los marrones ojos de su novia.

-Nunca lo olvidaré.- respondió con una sonrisa. -Tú tampoco olvides que te amo.- dijo mientras miraba el mar azul que tenía su novia en la mirada

-Nunca.- sonrió la chica de ojos azules.

-Vamos.- dijo Mía levantándose de la cama, guiandola para salir de la habitación.

***

Narra Mía

Llegamos a la entrada de la casa de António, la cual por fuera tenía la misma estructura que la de Alice, pues vivían en la misma urbanización y eran prácticamente vecinos, separados por unas cuantas casas.

Suspiré audiblemete y Alice apretó mi mano.

-Todo va a salir bien.- dijo con una sonrisa. -No es como si fuera a pasar algo peor que lo que ya hemos pasado en estos últimos meses.- bromeó.

-Tienes razón.- acepté ingenuamente.

-Además, no dejaré que nada te pase. Esta vez tu ropa no tendrá ni una gota de ninguna bebida.- agregó con seguridad en su voz y una mirada con tanta ternura que aceleró mi corazón.

-Vale.- sonreí mientras le di un suave beso para luego tocar el timbre en espera de que abrieran.

-¡Bienvenidas!- saludó un claramente borracho António. -Pásenla bien.- arrastró las palabras mientras abría la puerta indicándonos que podíamos entrar ya.

-Gracias.- dije yo.

-Claro.- respondió Alice, en ningún momento soltando mi mano.

Una vez adentro vimos que habían, al menos, treinta personas sólo en la sala. Pude suponer que habían más personas en el patio y una que otra pareja haciendo perversiones en el piso de arriba seguramente. Y al igual que el tercer piso que había en la casa de Alice, el cual era una especie de ático, no esperé hubiese nadie él.

Había un mueble central, un radio cerca y un televisor frente a éste. Pero a diferencia de su casa, la cocina se veía sucia debido al montón de bebidas alcohólicas que habían y los vasos regados, habían también cigarrillos en el suelo. En el centro de la sala estaba una de esas bolas que brillaban y giraban colgando del techo, nunca supe cómo se llamaban. Las luces estaban apagadas pero la habitación era alumbrada por luces de diferentes colores que provenían de lámparas que se encontraban colgando de la pared o el techo.

A su lado no hace frío. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora