Mantente Fuerte.

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Narrador

Alice tenía a Mía entre sus brazos y en ningún momento dejó de hablar con ella para mantenerla consciente. Se daba cuenta de que su novia se desvanecía entre sus brazos y no tenía intenciones de dejar que eso ocurriera.

-Hey. El hospital está bastante cerca, Mía, aguanta un poco, ¿vale?- suplicó a su novia mientras seguía corriendo. Pero la verdad es que el hospital no estaba cerca. Y curiosamente ningún carro había pasado por allí, dificultando que les dieran un aventón. Mía tenía los ojos cerrados pero respiraba y contestaba con leves quejidos que no pasaban desapercibidos por Alice. -Oye, hay una linda paloma jugando en un charco.- jadeó mientras seguía corriendo. -Te hubiera gustado verla, ¿no es así? Sé cuánto amas a los animales. Tal vez la próxima vez que pasemos por aquí la verás.

Mía sonrió con los ojos cerrados, pensando que no habría próxima vez. Y no es que eso la hiciera feliz, solo la reconfortaba saber que Alice tenía esperanzas de que todo estuviese bien.

-¿Sabes qué? Voy a llamar al 911. No tengo ni puta idea de a dónde corro.- confesó finalmente mientras ponía a la rubia con delicadeza en el suelo. Estaban en alguna carretera rodeada por matorrales, ya no parecían estar dentro de la ciudad. -Maldición, ¡¿no hay señal?!- exclamó exasperada luego de tratar de macar distintos números. -Vamos de regreso. Te llevaré de vuelta a ese maldito parque a ver si la policía llegó y nos lleva.

Mía sintió como la cargaban, pues aún tenía los ojos cerrados, y sonrió a pesar del dolor que se expandía por su cuerpo.

-Hey, ¿puedes hablar?- preguntó Alice mientras la colocaba entre sus brazos con dificultad. -Me serviría mucho que me contaras una historia, o incluso cantaras.- dijo suavemente en un tono de broma.

Alice supuso que su novia no hablaba porque estaba herida. Pero no se le pasó por la mente ni un segundo que tendría un pulmón perforado por una costilla rota. Mía, en cambio, sí lo sabía. Su respiración era casi imposible y poco a poco se rendía a seguir luchando contra lo inevitable.

A pesar de las dificultades respiratorias, Mía decidió que quería despedirse correctamente de Alice. Tosió levemente, atrayendo la atención de la morena que la cargaba, y movió el brazo para acariciar la mejilla de Alice, haciendo que ésta se detuviera en seco y sonriera ante el tacto.

No pudo evitar pensar que si iba a morir, si ese sería el fin, estaba más que feliz de que fuese en los brazos de su amada y de haber hecho que su partida valiera la pena. Porque lo valió, valió la pena que le hicieran toda clase de daños si al final protegería a su novia.

Entonces, cogió fuerzas de algún lado y habló.

-Te... amo... Alice.- susurró con dificultad. Decir estas palabras sólo empeoraba el dolor de sus pulmones, pero eso no le importó. Los ojos de Alice se abrieron y el alivio que antes tenía en su mirada fue reemplazado con temor. Temor de perder aquello que tanto amaba.

-Yo también te amo, Mía.- pudo sentir como la mano que tenía Mía en su mejilla temblaba. -Pero luego tendremos tiempo para discutir sobre nuestro amor, ¿vale? Todo va a estar bien.- declaró insegura. Tomó la mano de Mía y la besó con ternura mientras volvía a correr de regreso con aún más desesperación.

Mía sonrió nuevamente, porque saber que le importaba a su novia era más que suficiente. Volvió a cerrar los ojos y se permitió pensar en cada momento que pasaron juntas.

Cada beso, cada caricia, cada susurro, cada sonrisa, cada pelea, cada reconciliación, cada tacto, cada baile, cada grito, cada sorpresa, cada miedo, cada alegría.

Todo eso se desvanecería pronto. Y entonces se dio cuenta de que no podía rendirse tan fácilmente.

Si iba a caer, iba a caer luchando hasta el final.

En ese momento tomó la decisión de no rendirse, así como Alice no se rindió. Abrió los ojos y movió su mano para ver el anillo que tenía, "... El amor te hace recordar." Aquella frase era la que la mantendría luchando hasta el final. El amor le recordó que rendirse no es una opción. El amor le recordó a Alice todo lo que había olvidado, incluso lo que tenía miedo de enfrentar. Así que ninguna se rindió.

Alice no se dio por vencida cuando llegó de nuevo al parque y no vio a nadie, así como no se dio por vencida cuando trataba de recordar dónde estaba la escuela, así como no se dio por vencida cuando llegó y tuvo que suplicar para que llamaran a una ambulancia. Así como no permitió que Mía quedara inconsciente en ningún momento cuando esperaban en la ambulancia. Así como no se rindió mientras sostenía su mano y le daba fuerzas para mantenerse despierta en la ambulancia. Ambas estaban dando todo lo que tenían para seguir juntas.

Por eso, cuando llegaron al hospital y tuvieron que ser separadas por los doctores, ninguna perdió la esperanza.

***

Una semana después, Alice no había asistido a la escuela. Su madre había regresado y le había dado la dosis recomendada de cada medicamento. Ahora más que nunca los necesitaba. Porque el estrés, la depresión, la desnutrición y el enojo la consumían de vez en cuando.

Así como Mía, Alice no dejó el hospital en ningún momento, y sus padres se lo permitieron. La iban a visitar a diario para saber cómo estaba Mía, quien se estaba recuperando de una cirugía de emergencia. Alice estaba estresada, pues Mía no hablaba, sólo sonreía y apretaba levemente su mano.

Esta vez la policía no dejó que esos chicos volvieran a salir de prisión. Estaban condenados a cadena perpetua sin libertad condicional por cargos como abuso de drogas, robo y violación. Incluso se enteraron de que Alice y Mía no eran las únicas que fueron abusadas por este par.

***

Dos semanas después, Alice pudo salir del hospital, pero todavía no hablaba. Pues el dolor no había disminuido lo suficiente aún, pero a pesar de todo estaba mucho mejor. Otra de las razones por las que no hablaba era porque no sabía que decir, ver a su novia entrar en distintas crisis todos los días era algo que la dejaba sin habla fácilmente.

Alice casi perdía la cordura cuando se enteró de que su novia tuvo el pulmón perforado. No tardó en gritarle a los médicos que se encargaran de eso de inmediato, incluso si a Mía ya le habían hecho la operación correspondiente.

***

Finalmente, a las tres semanas de incorporaron en la escuela apropiadamente, Mía ya no hablaba con Alice porque Alice no hacía más que disculparse cada vez que una palabra salía de su boca. Entonces decidió que sólo sonreírle para calmarla y quitarle el sentimiento de culpa.

***

Un mes después, ambas eran buenas estudiantes nuevamente. Su vida social fue aumentando y António se alejó de ellas. Las medicinas de Alice dejaron de ser necesarias, pues ambas habían superado las secuelas de ambos traumas. Su relación se fortaleció y todo estaba perfecto.

Demasiado perfecto.

Ese fin de semana fueron invitadas a aquella fiesta...

***

Aquí Yai nuevamente. Actualizaré si llegan a los 5 comentarios y 15 favoritos. Tal vez les pido demasiado, pinches flojos.

A su lado no hace frío. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora