Epílogo.

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Narrador

-Te ves preciosa.- le dijo su mejor amiga.

-Lo sé.- sonrió ella. -No puedo creer que nuestros padres se vayan a conocer el día del ensayo de la boda.- murmuró para sí  misma mientras arreglaba su azul vestido frente el espejo.

-¿Nunca se habían visto antes?- cuestionó Karla confundida.

-No.- admitió la pelinegro. -Nunca se daba la oportunidad, es la primera vez que nuestros padres vienen para San Francisco. - Jennifer se encogió de hombros restándole importancia.

-Te ves hermosa.- halagó Tania a su hermana sentada en una silla con una revista entre sus manos. -¿Pero es necesario que vayamos tan elegantes? Es sólo un ensayo.

-Tengo que verme hermosa para mi ensayo de bodas. Es ley. Está escrito en mi manual de vida.- sonrió orgullosa Jennifer.

-¿Qué pasa si no se agradan?- preguntó Karla. -Tu madre, Alice, es bastante cuidadosa con sus amistades. Y tiene muchas expectativas.- dio un paso hacia ella y comenzó a ayudarle con su peinado.

-Todo irá bien.- aseguró Jennifer. -Nada va a arruinar este día ni mucho menos la boda.

***

Gabriela estaba con un verde vestido en la iglesia esperando pacientemente a que su prometida llegase a la iglesia. Las manos le temblaban y recibía constantes miradas por parte de sus madres curiosas por conocer a los padres de su futura esposa.

-¿Cuándo llegan?- insistió por tercera vez su madre.

-Tranquila, Mía.- Julia le dio un beso a su esposa tratando de calmar su impaciencia. -¿Cuál es el apuro?

-Ella tiene razón, mamá.- suspiró Gabriela. -Necesitas relajarte. Se van a llevar bien, estoy segura.

-¿A ti te agradaron?- cuestionó Mía. Julia rodeó su cintura con su brazo y le dio una sonrisa de disculpas a Gabriela.

-Por supuesto.- respondió su hija de inmediato. -Su madre, Alice, es muy amable.- Mía abrió los ojos de golpe y Julia tuvo un repentino ataque de tos que confundió a Gabriela. -¿Qué?

-¿Dijiste Alice?- la mente de Mía comenzó a unir cabos sueltos. -¿Y viene de Los Ángeles?- su esposa fortaleció el agarre sobre su cintura, pues se dio cuenta de que su cuerpo amenazaba por colapsar en el suelo.

-Sí...- respondió Gabriela frunciendo el ceño. -¿Sucede algo con- fue interrumpida por la puerta de la iglesia abriéndose de golpe por su novia, su hermana y sus padres.

Fue como si el tiempo se detuviera, una adulta mujer de unos treinta y nueve años con la piel tan pálida como la de su hija y ojos azules como el mar entró en la habitación y dejó sin aliento a Mía.

Era Alice.

Pero no era la misma Alice que abandonó hace unos años, no, nada que ver. La mujer siguió caminando orgullosa a pesar de percatarse de la presencia de su antiguo amor en esa iglesia. Con un vaivén en las caderas y tomada de la mano con un alto y rubio hombre que cargaba a un bebé de al menos dos años, Alice no dudó en llegar a donde ellas se encontraban y tenderle la mano amablemente a Mía. Tanta seguridad en una sola persona le recordaba por completo a Jennifer, ahora todo tenía sentido. Sin embargo, el movimiento de las caderas de quién fue su primer amor ahora ya no era la causa de su respiración entrecortada, solo estaba nerviosa por sentirse rechazada al ser quien la abandonó hace tantos años y poner en peligro el matrimonio de su hija.

Tragándose las palabras que había planeado decirle a la madre de su futura yerna, se quedó sin aliento mientras estrechaban manos. ¿Cómo podía actuar como si ella no hubiese arruinado su vida cuando eran jóvenes? Gabriela frunció el ceño mientras su prometida se paraba a su lado y la saludaba rápidamente con un beso en la mejilla. Pues ahora ambas chicas estaban confundidas por la reacción de la madre de Gabriela. Tania y Karla se acercaron a ellas y las saludaron en silencio observando en intercambio entre ambas adultas.

A su lado no hace frío. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora