Capítulo IX

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En sí, el trabajo de Andrew en el condado, no solo era de ser el administrador y llevar el orden de los documentos contables, tambien trataba de estar al pendiente del ganado, la cosechas, y de sus trabajadores. En realidad no estaba acostumbrado al trabajo duro pero sabía que tenía que estar al pendiente, supervisando directamente para que las cosas salieran como el quería. Sabía que tenía que trabajar no solo por su bienestar económico, sino por todas las familias que dependían de la producción de este condado, sentía la responsabilidad ante ellos, y por primera vez en su vida se sentía útil y productivo.

El trataba de trabajar desde el amanecer hasta que llegaba la noche para no sentir la soledad que lo golpeaba todos los días, y aun que se mantenía rodeado de sus trabajadores y de la comunidad, y que a veces salía al pueblo a entretenerse, mantenía la necesidad de compañía;
ya Con la llegada de su Esposa pensó que las cosas iban a cambiar, y en verdad ya no se sentía solo, ahora se sentía irritado y frustrado más de lo normal. Sabía que su esposa no era una mujer fácil, pero no tenía idea del embrollo que se estaba metiendo, en menos de una semana que llevaba en la casa, habían tenido multiples discusiones;
aunque Andrew trataba de ocuparse en el campo para no regresar temprano a la casa y no toparse con su flamante esposa, que cada día se miraba deprimida y enojada.

Andrew entendía el odio que sentía su mujer por lo de la noche de bodas, pero el también se mantenía enojado con ella y no solo porque tenía un carácter de los mil demonios, si no por sus constantes desprecios, y se enojaba consigo mismo por no despreciarla como ella a él, al contrario la deseaba, no entendía porque sentía tanta excitación solo estar en su presencia. Por eso se limitaba a verla directamente, estaba seguro que necesitaba salir al pueblo para entretenerse un poco y sacar sus ansias. en eso escucho unos golpes en la puerta y lo sacaron de sus pensamientos.

-pase.- grito andrew

-señor disculpe que lo interrumpa.- entrando el capataz Frederick, era su hombre de confianza, él se había encargado de la finca antes que Andrew retomara la administración y su hija Melissa era la encargada de las labores y dirección de la casa grande.

-no te preocupes fred, que pasa?.- dijo Andrew acomodándose en la silla.

-es que señor, el ganado que se trasladó para la venta que fueron robadas unas reses y aparte incendiaron una parte de las cosechas para poder huir.- Frederick termino la oración agachando la cabeza.

-y donde estaba Demian? él estaba a cargo, tenía que estar vigilando.- Andrew grito, poniéndose de pie dirigiéndose a la salida.

-si señor pero lo robaron en la madrugada y dicen que era muchos hombres.- fred solo trataba de alcanzar los pasos de su patrón.

-ya se controló el fuego.- pregunto Andrew

-si señor, no fue tan grande, Gracias a Dios no llego a casas.- dijo fred

En eso Andrew se detuvo y se agarró la cabeza, en reflejo de frustración, y solo dijo -hay que enviar más hombres para vigilar, está la tercera vez que nos sucede-. Y salió rumbo a su caballo.

Lisbeth en verdad no le interesaba nada de lo que ocurriera en la finca o de lo que le pasara a su esposo, pero ese día había mucho revuelo, no solo afuera de la casa, sino adentro de la casa, ya que ni la servidumbre se encontraba en su lugar, así que se dirigió a la cocina con el fin de encontrarse a alguien que le diera razón. Al entrar solo se encontró a Melissa la hija del capataz, en verdad no le caí muy bien esa mujer, desde el momento que la conoció la sintió muy alzada para su condición y aparte no era una criada cualquiera, ya que era la que daba las órdenes dentro de la casa.

-donde está todo el mundo.- dijo Lisbeth entrando a la cocina y tomando un objeto cualquiera de la cocina, fingiendo interés en este.

-buenos días señorita.- le respondió Melissa y sin voltearla a ver y prosiguió -es que hubo un pequeño incendio en la mañana y andan de metiches en las cosechas, necesitaba algo señorita?.- pregunto Melissa tratando de sonar servicial.

-No, nada gracias, a bueno si, cual es el platillo de almuerzo de hoy?.-

Melissa respondió de forma automática -cordero.-

-de nuevo, llevamos tres días comiendo lo mismo.- bufo Lisbeth con desgano

-disculpe señorita, pero es lo que hay y hasta que se acabe la carne de cordero no se cambia de menú, son órdenes del Señor.-

En verdad Lisbeth le disgusto la forma de ironía que le respondió Melissa pero no quería demostrarle que la había enfadado, así que se limitó a salir de la cocina, pero antes de salir se detuvo y se dirigió a Melissa.

-A, y otra cosa, no me llames "señorita", que soy la señora de la casa. Que no se te olvide.- y salió dispuesta a no escuchar respuesta.

Por primera vez, lisbeth tenía ansias de encontrarse con su esposo, no sólo por curiosidad de lo que había pasado en la finca. Si no también, para preguntarle quien era Melissa, que puesto ostenta para tomarse atribuciones con ella, para hablarle con esa prepotencia.

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El Amor Nace Entre EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora