capítulo XLVI

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Lisbeth podía definir este viaje como el mas tormentoso, había pasado todo este en completo llanto y tristeza sabía que necesitaba despejar su mente de todo lo relacionado con Andrew así que decidió  hospedarse en la casa de sus padres, en verdad a ella le importaba poco las murmuraciones que podía provocar esta acción, pero si le preocupaba lo que sus padres opinarán y si le iban a permitir quedarse allí. 

-señorita, es un gusto verla?.- dijo el mayordomo de la casa de su padres, mientras que ella acepta la ayuda de este para bajar del carruaje.

-Maron! Recuerda que ya es señora.- dijo una criada acercándose a Lisbeth y haciendo una reverencia de bienvenida
-buen día, señora Potland.- dijo Sarah

-es un gusto verte Sarah.- respondió Lisbeth dándole un abrazo, y la acompañaron hasta la entrada de la casa.

-y mi madre?.- pregunto lisbeth

-en la sala, creo que esta tomando el té.- respondió Sarah subiendo las maletas, mientras lisbeth se dirigía a la recepción

-buena tardes, madre.- dijo Lisbeth entrando a la sala

-hija, que te trae a Londres?.- dijo su madre sorprendida y poniéndose de pie para saludarla

-he venido a pasar una temporada aquí.- respondió Lisbeth

-en la casa de tu esposo?.- pregunto su madre

-no madre, he venido a quedarme a esta casa, Andrew se quedara en la finca por un tiempo.- dijo muy tranquilamente pero era evidente su tristeza

-a bueno.- la madre de Lisbeth dudo por preguntar el por qué, pero prefirió quedarse callada

-iré a saludar a mi padre.- dijo Lisbeth tomando camino al despacho

En realidad darle una explicación a su padre fue mucho  más difícil de lo que pensó, en realidad el no había quedado muy conforme pero Lisbeth se excuso para ya no seguir dando explicaciones y se retiró a su habitación para descansar después de tan largo viaje.

Lisbeth estaba realmente cansada, por que durante toda la noche del viaje no pido descansar, y cuando llego a su habitación solo toco cama y se quedo dormida o tal vez sólo deseaba olvidarse de todo; al despertar al siguiente día  todo se sentía como una pesadilla, una mala jugada de la vida es que no podía creer como las cosas habían llegado a esto, parecía un golpe directo a la poca felicidad que había conseguido y ahora se sentía como que le faltaba un pedazo de alma que no podía respirar, si por ella fuera se quedaría todo el día encerrada en su habitación y entregarse en cuerpo y alma a su depresión; pero sabía que no podía dar esa impresión a su familia, tenía que aprender a fingir su agonía y sobre todo no verse derrotada, así que tomó una ducha, se cambio y se dispuso a bajar al comedor para tomar su desayuno y salió al jardín para tomar algo de aire y despejar su mente.

Andrew había llegado a Londres en tiempo récord, ya al anochecer llego a casa de sus padres y aun que el ya se imaginaba que Lisbeth no se encontraría allí, decidió esperar hasta el siguiente día para encontrarse con ella que seguramente estaría en la casa de sus padres, así que decidió descansar y no actuar precipitadamente.

Andrew al despertar tenía muy claro lo que Teníamos que hacer y que decir pero lo que en verdad  era un misterio era la reacción de su amada esposa, tomó el mejor traje que se encontraba en su armario y partió rumbo a la casa de los Deforth, al acercarse pudo ver lo más hermoso que sus ojos podían ver, al acercarse  a las rejas tuvo un mayor panorama de su visión, era una lisbeth tomando el sol, leyendo un libro y claramente obsesionada con su lectura, era perfecto el paisaje que tenía frente a sus ojos, el cabello de ella le combinaba con su vestido y el tono de su piel a la luz del sol la hacia parecer un ángel y el verde del pasto hacia el contraste perfecto, pero su imagen maravillosa se estropeó cuando Lisbeth lo descubrió atrás de las rejas y cruzaron la mirada y salió de su estupor y lo único que encontró en los ojos de ella fue enojo y despreció.

El Amor Nace Entre EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora