하나; Uno

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K. YongSun

Podía oír llantos, el ruido del metal y los vidrios quebrándose mientras todo giraban a mí alrededor. Lo último que recordaba era haber cantado a dúo con mi madre una canción de los Beatles antes de que un fuerte ruido acabara con mi felicidad.

— ¡Mamá! ¡Papá!— Sollozaba. Estaba todo al revés, mi cuello dolía por la incómoda posición en la que me encontraba.

— Tranquila, cariño. — Mi madre trato de mover su mano hacia la mía, pero no pudo. Su rostro estaba casi rojo por la sangre que escurría por algún lugar de su cabeza.

— No me dejen por favor, no me dejen — dije débilmente, sintiendo como mis ojos se volvían pesados.

— No lo haremos, siempre estaremos contigo — habló mi padre justo antes de toser. Espera, ¿Aquello era...sangre?

— ¡Papá, estás sangrando! Mamá, no te duermas. No me dejen sola por favor. — Suplicaba entre gritos y llantos. Sentía como mi garganta ardía justo después de dar un último grito. — ¡Ayúdenme, por favor!

Después de eso, todo se desvanece hasta quedar en una especie de pasillo negro donde al final se encuentra una luz, trato de avanzar pero mis pies parecen pegados al piso. Escucho la risa de mis padres, y todo se oscurece.

Rápidamente abro los ojos y me siento en la cama. Algunas gotas de sudor caen desde mi frente y siento el pijama pegado a mi cuerpo.

— Otra vez esa pesadilla — susurro para mí misma.

— ¡Sunshine, cariño! — gritan desde el piso de abajo.

— Ya voy — respondo en un grito.

Miro la hora en mi reloj y marcaban las siete con veintiocho minutos, ¡No otra vez! ¡Llegaré tarde a la escuela!

Como si de una descarga de adrenalina se tratara, me levanto hacia el baño, me doy una ducha rápida y cepillo mis dientes. Al salir busco mi uniforme, me lo pongo y comienzo a buscar mis zapatos, los que como siempre, se esconden de mí.

— ¿Dónde están? Estoy segura de que los deje en el armario. — Pero no, no estaban. Ni allí, ni en ningún otro lado.

Finamente me rendí y opte por ponerme mis zapatillas, no es que estén prohibidas, pero Nana dice que la presentación personal es importante y todas esas cosas que a los adultos les parecen más importantes que asistir a clases.

A través del espejo veo mi cabello. No tengo tiempo de arreglarlo mejor, me digo, así que opto por amarrar todo en una cola de caballo desordenada.

Bajo lo más rápido que puedo las escaleras y me acerco a la salida, no sin antes mirad el reloj en la muralla.

«07:45»

— ¡Si, un récord! — festejo porque he tardado menos de lo usual.

Cuando iba saliendo diviso a alguien que no quería ver. Aprieto los ojos con fuerza preparándome para el sermón de todas las mañanas.

— Tarde otra vez — dice Nana tocando su reloj de mano con el dedo índice. No me mal entiendan, yo la adoro, pero sabía que me regañaría por ir tarde a la escuela.

— Sí, sí. Adiós Nana, nos vemos luego — le doy un beso en la mejilla y corro hacia la puerta.

— Sunshine, tú me... — y no escuché más debido a la distancia.

A esta hora ya debo haber perdido el autobús así que solo me queda correr, a pesar de que la escuela no me queda muy cerca.

Cuando doblo a la esquina me detengo un momento para tomar aire ya que mi rendimiento físico no es el mejor, pero esta vez veo algo inusual.

Un chico está peleando con quien parece ser su madre. No puedo ver de quien se trata pero parecen ser nuevos aquí porque nunca antes los había visto, y he entablado al menos una conversación con cada vecino.

— No te metas, es mi vida — le dice el chico que está de espaldas a mí.

— Pero me preocupo por ti — dice la mujer ahogando un sollozo.

— Pues no lo hagas.

No es que sea chismosa ni nada por el estilo, pero esto es algo extraño por aquí, ya que la gran mayoría de los residentes suelen ser ancianos enemigos del ruido y las peleas.

— Bah, ¿cómo pueden existir personas que no valoran a los que se preocupan por ellos? — digo para mí antes de seguir con mi maratón hasta la escuela.

Algunos, o varios minutos más tarde, por fin veo la escuela. No se veían alumnos fuera y sabía lo que significaba, las clases ya habían comenzado y otra vez llegaba tarde a ellas.

— Bravo YongSun, tú si tienes suerte — me digo sarcásticamente.

Voy hacia el portón y veo a David, el portero y encargado de seguridad.

— David, amigo mío — le habló desde el otro lado del gran portón. Desde que dejó de ser deber de mis padres llevarme al colegio, lo veía bastante seguido gracias a mis atrasos. — ¿Me dejarías entrar?

— Otra vez lo mismo — dice golpeando su cabeza con la palma de su mano — ¿Cuándo será el día en el que vea a Kim YongSun llegar temprano a clases?

— Algún día David, algún día. Pero lamentablemente hoy no será ese día, así que... ¿Podrías dejarme pasar? Por favoooor — canté juntando mis manos a modo de súplica.

— Sabes que no puedo, Sunshine.

— Vamos ¿Por los viejos tiempos? — digo haciendo puchero y moviendo mis pestañas frenéticamente.

— No sé cómo lo haces, pero siempre me convences — dice mientras va a buscar las llaves a la pequeña cabina que tiene. — Ni se te ocurra decirle a alguien sobre esto, porque si caigo, caes conmigo ¿está claro?

— ¡Más claro que el agua! — le respondo.

— Y listo, ahora corre a clases. Si tienes suerte la profesora aun no habrá llegado.

— Gracias, gracias, gracias. ¡Eres el mejor! — Lo estreché en un rápido abrazo, y corro por los pasillos hacia mi sala, pero como ya dije, mi suerte no es la mejor, y al abrir la puerta la profesora ya se encontraba dentro de la sala.

— Kim YongSun, tarde otra vez — me regaña. No suelo llevarme mal con los profesores, pero ella es un caso especial.

— Si, y lo siento ¿Puedo entrar a su clase? Por favor.

— Solo esta vez, ya que debemos presentar a tu compañero nuevo — ¡Genial! Algo que me salga bien hoy.

— Muchas gracias — le hago una reverencia y tomo asiento en el último puesto que da a la ventana.

— Bueno, ahora preséntate — dice la profesora captando mi atención.

¡Verdad! Tendría un nuevo compañero. Levanto mi cabeza y veo a un chico de pie junto a la profesora. Sus ojos eran casi tan negros como su cabello, no había ni un ápice de sonrisa en sus labios y tampoco parecía con la intención de hacer amigos. Su presencia se me hacía levemente conocida, pero no tanto para saber de quien se trataba. Pero de algo estaba segura, ese chico no podía ser tan amargado como se veía a primera vista, o eso creía.

~•~

¡Primer capitulo de Sunshine!
Espero que les guste.
Si han leído Just a Kiss, les agradezco que estén leyendo este.

Y si no lo ha leído, vayan a leerlo ahora mismo y también les agradezco que estén leyendo este.

¡Tengan una linda semana!

Sunshine; J. JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora