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Ashley 

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Ashley 

San Valentin había llegado y con ello las decoraciones románticas en cada rincón de su instituto. Todos los alumnos estaban fervientes de emoción. Ellos porque posiblemente la chica que les guste les haya escrito una carta y ellas porque tal vez el chico que les gusta les puede haber enviado una rosa y chocolates. Era costumbre, una muy tonta para Ashley. Ella entendía que era el día de los enamorados pero era injusto que siempre el casillero del mismo chico y la misma chica estuviera arrebosar de regalos. Otros no recibían nada. Ella era una de ellos.

En todos los años que llevaba cursando allí solo había recibido una rosa con una declaración. La tiró. Ella no creía que alguien pudiera gustar de ella así que tachó aquella confesión como una broma de mal gusto. También se hacía intercambio con los otros institutos y como a muchos les agradó la idea se continúa haciendo.

Entonces con esos antecedentes... ¿que podía esperar, tener la taquilla llena? ¡Ja, menudo chiste!

— Rarita, buenos días — Escuchó un bostezo a sus espaldas. La hizo reir.

— Hola — Sonrió suave y el chico la despeinó.

— ¿Tienes algún Romeo a quien mandar una postal? —dejó escapar una sonrisa ladina y ella negó sonrojada— Mmm... ¿ni a Ares?

— ¿P-Por qué a él? — Murmuró escondiendo su colorado rostro tras su cabello.

Santi dejó escapar una risa y envolvió sus hombros con su brazo comenzando a caminar a la par. Ella se sintió cómoda con la cercanía con la que le hablaba el chico y con sus actos. No se apartó. Caminaron pegados esquivando a la acumulación de chicos y chicas en el largo pasillo. Unos charlaban, otros sacaban sus libros del casillero u otros simplemente atendían su teléfono.

— ¡La fantasma viviente! — Gritaron a sus espaldas provocando que Ashley se tensara y gimiera mientras que Santi lo ignoró.

Ella apresuró su paso obligando al chico a seguirla pero sus pies tropezaron con una pierna y cayó de rodillas al suelo. Soltó un quejido pero fue alzada rápidamente del suelo gracias al asa de su mochila. Ni siquiera alzó el rostro. Lágrimas se acumulaban en sus ojos aunque se negaba una y otra vez  a llorarar ante ellos.

— ¿Qué problema tienes? — La voz gruesa de su compañero la enmudeció más de lo que estaba.

Risas y más risas.

— Odio hacer esto —bufó y se dio la vuelta sin soltar a la chica— ¡Erik, Justin! — Ashley vio de reojo a dos chicos acercarse apresurados e intimidantes.

Tragó saliva. Odiaba las peleas y no quería ser el centro y el motivo de una.

— S-Santi... — Tartamudeó temblando. 

Él la apretó contra su cuerpo y susurró un "tranquila".

— ¿Te gustaría que nosotros hicieramos lo mismo o quién sabe, algo peor, con cada uno de vosotros y vosotras? — Señaló a los adolescentes que incordiaban siempre a Ashley.

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora