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Era demasiado tarde

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Era demasiado tarde. Sabía que las cosas no debían hablarse en caliente pero en ese momento su cabeza no funcionaba racionalmente. Su sangre hervía. Había sido engañado y traicionado por su mejor amigo. 

Llamó a su movil, ni siquiera lo buscó en la agenda porque se lo sabía de memoria. Nada, él no le respondió. Volvió a llamar y nada. A la tercera desistió aumentado su rabia pero se encontró con que él lo estaba llamando.

— ¡Eh, Ares! Tio, perdona vengo de jugar al fútbol y recién salgo de la ducha... — Lo interrumpió frio.

— Tenemos que hablar de algo, te espero en el parque de enfrente de mi casa — Bramó.

— Vale... —lo escuchó titubear— Estoy allí en un rato.

— No, ya — Dijo y le colgó.

No tenía buen humor y no servía de nada ocultarselo, así Santi sabría que hablaba enserio. Tomó lo primero que pilló y bajó a paso lento de su casa, dirección al parque. Al llegar no había nadie y se relajó un poco. Menos gente, mejor. Se sentó en un banco con los codos apoyados en sus rodillas. Sus piernas subian y bajaban de lo nervioso y frustrado que se encontraba.

¿Por que a él? ¿Por que ella esperó tanto a decirselo? ¿Por que fingía esos últimos días? ¿Por que unos días antes de San Valentín? Gruñó, alborotando su cabello. Y lo peor, ¿por que Santi? Se sentía estúpido al no haberse dado cuenta, se sentía tan... decepcionado. 

— ¡Ey! — Llamó una voz tras él.

Se giró y vio a Santiago trotar hasta él. Se detuvo a medio metro, distancia prudente. Jadeaba y su cabello estaba completamente mojado. Ares supuso que ni se habría secado.

— ¿Que pasa? — Ares clavó sus ojos ceniza en los suyos.

Lo vio pasar saliva. Estaba nervioso, igual lo intuía. Se mordió el labio con fuerza y saltó hacia él golpeándolo dn la mandíbula. El castaño no tuvo tiempo de reaccionar y trastabilló con sus pies cayendo al suelo y con él, Ares. Su respiración era agitada, sus ojos clavados en los del otro, como si fuera su presa. Suspiró, dejando caer su rostro. ¿Que estaba haciendo? Se levantó soltando a Santi, no había notado que lo tenía sujeto del cuello de la camisa, sentandose enfrente. 

— Joder —soltó un quejido masajeando su zona enrojecida por el golpe— Debo de merecérmelo porque... ¡duele, idiota! — Farfulló.

Ares lo observó sorprendido. ¿No se defendía? ¿No le decía nada más por golpearlo?

— Si te lo mereces, eso y más —susurró duro— Tú la besaste —lo miró frío y Santi palideció— la besaste y me lo ocultaste. ¿Por eso estabas tan raro conmigo y con ella? —río sin gracia— Eres patético.

— Ares... —intentó tocarlo pero este se apartó— yo... lo siento tanto — Balbuceó.

El nombrado quiso intervenir pero Santi se lo negó, quería contarle todo, desahogarse y ganarse su perdón. Ares no sabía si iba a poder soportalo, ya comenzaba a arrepentirse.

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