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Ares

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Ares

Cuando ella lo besó se paralizó. Sus sentidos se alborotaron, no pensaba con claridad, todo su raciocinio se había ido. Otra vez, Ares actuó como su corazón le dictó y correspondió ese beso. Sus manos la aferraron de la cintura y la juntó a él. Poco a poco sintió como ella se avergonzaba y se separó. Su pecho subia y bajaba con prisa. Él sonrió, no podía hacer otra cosa. Sabía que no estaba del todo bien pues eran amigos y si seguían así era porque querían ser algo más.

Simplemente no podían robarse besos para que luego uno de ellos acabara con el corazón roto. Y el moreno no estaba por la labor de volverse a sentir así.

—Ashley... —susurró cerca de sus labios— no podemos hacer esto.

Como esperó ella reaccionó mal, se apartó sobresaltada y sonrojada. Sus manos moviéndose sin control y sus ojos nunca fijos en él.

—Me refiero a que somos amigos y para hacer esto —no pudo aguantarlo y la beso enfatizando su punto— ambos tendriamos que sentir lo mismo.

Y él comenzaba a sentirlo, se estaba enamorando de ella. Era peligroso pues podría salir dañado, pero nunca dejaría de estar a su lado aunque eso suponga ser solo su amigo.

Ashley no decía nada. Acababa de fastidiar ese buen rato que estaban pasando. La tomó de la mano y le obligó a verle.

—Serendipia, no quise sonar brusco pero lo pienso así.

Bufó jalando su cabello incómodo.

—¿N-No te ha gustado? ¿Estuvo mal? —él la vio sonrojado hasta las orejas.

—Si me gustó. Por eso mismo.

Ella parpadeó sin entenderle pero es que él no estaba ayudándola en nada. Ares suspiró y abrió la boca para hablar cuando dos chicos le llamaron a lo lejos.

—¡Ares, amigo! —él alzó la cabeza encontrándose con Thomas y Ramón.

Ambos se acercaron y se separó disimulandamente de Ashley, aunque ellos ya habían visto suficiente.

—¿Que tal? —carraspeó y ellos dos rieron chocando sus puños con él.

Los ojos de los recién llegados se fijaron en la chica de su lado con la que estaba antes tan cerca.

—Soy Thomas, un placer —le sonrió besando sus mejillas.

—Ashley... encantada —balbuceó buscando apoyo en Ares.

A continuación Ramón la saludo de la misma forma, mientras él los observaba con los ojos entrecerrados. Y como no, los alagos hacia la chica no se hicieron esperar.

Todos veían en ella una chica sencilla con un rostro dulce y aniñado, pero acorde a su edad. El chico de ojos grises giró su rostro hacia otro lado soltando un suspiro. Era bonito y ella no lo veía. Revolucionaba su interior con actos como esos y de nuevo, ella no lo veía. Rozaban sus manos y le provocaba un escalofrío. Fruncía la nariz al no entender algo y le provocaba una sonrisa. ¡Estaba ciega pues no veía nada de eso! 

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora