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Ares

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Ares

Cabreado quiso decir varios improperios a ese hombre por descuidar tanto a su hija y hacerla sentir vulnerable pero no lo hizo. Él no era así y debía comportarse para conseguir que él fuera al hospital. Por ella tenía que conseguirlo. Ashley había creído, confiado en el amor por sus padres y estos habían girado la cara.

—Me da igual quien seas —gruñó el hombre al otro lado de la linea— Quiero hablar con mi hija, ahora.

Ella había sido rechazada. Traicionada.

— Apunte esta dirección —la dictó— Venga —y sin más Ares colgó.

Ella vivió bajo promesas vacías. Ella era feliz y su corazón ahora esta roto. Apretó los puños con rabia cuando el teléfono volvió a sonar.

—Cálmate Ares —se entrometió Santi y este frunció el ceño.

¿Acaso el no entendía nada? Ella no se merecía nada de eso.

—Quita tu cara de perro rabioso y contesta la llamada, háblale a su padre con la verdad y esperemos que venga.

Suspiró. Su mejor amigo tenía razón, no podía comportarse como un niño y hacer una rabieta en estos momentos. Descolgó la llamada y habló con el padre de su amiga tragándose varias palabras e ignorando su tono de voz. Durante unos minutos, que le parecieron horas, medio con su carácter hasta conseguir muy poco de él. Rodó los ojos y bloqueó el teléfono resoplando. Santiago que no se había perdido nada de la conversación frunció sus labios. No había nada que hacer. No sabían si él iría a verlas.

Entraron a la habitación para ver a la señora Marga conectada a unas gafas nasales y un suero. Daba un aspecto de enferma y eso no les gustó a ninguno. Forzaron una sonrisa y cerraron la puerta. Ares se posicionó al lado de Ashley haciendo reír por lo bajo a Santi y a la mujer mayor. Ella tomó su mano nerviosa buscando apoyo y lo obtuvo. 

—¿Cómo está? —indagó Ares deslizando su pulgar por el dorso de la mano fría de su amiga.

—Gracias a tu super amigo bien —les guiñó el ojo y los tres adolescentes sonrieron.

Las horas pasaron hasta que la noche se posó de golpe. Santiago tuvo que volver a casa y Ares tras discutir con Ashley y la señora Marga se quedó. No quería dejarlas solas. Llamó a su madre y esta le dijo que podía quedarse pero que mañana tendría que acudir a clase. 

—Ares no tienes que quedarte... —él puso su mano en sus labios para callarla.

—Quiero quedarme contigo —murmuró bajito sin apartar sus ojos ceniza de los de ella.

La señora de pelo canoso dormía ya, tras haber ingerido una sopa se había quedado profundamente dormida. Ambos jóvenes hablaban sentados en el sillón para las visitas. Ashley se sonrojó por tal cercanía y asintió no muy convencida. Ares quería protegerla y compartir su dolor. No iba a dejarla sola. Cansado bostezó y se echó sobre las piernas de la chica cerrando los ojos.

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