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Ashley

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Ashley

El calor estaba llegando con el inicio del mes de mayo y se asentaba en la ciudad. Ashley había pasado unos días espectaculares y hermosos con la compañía de Ares. Entre semana no podían verse mucho pero ella estaba realmente ilusionada cada vez que recibía una de sus llamadas o cuando se aparecía alguna tarde en su casa para verla. 

Se sentó recostada en el árbol donde compartieron aquel abrazo tan significativo, aquel día que Ares necesitaba desahogarse con alguien. Sonrió, solo pensar en él sus labios formaban una sonrisa. Una ligera brisa movió su cabello acariciando su mejilla, cerró los ojos y se imaginó que eran los dedos de él sintiendo su piel, como otras veces había hecho. Recordaba como el fin de semana siguiente a su salida a la biblioteca Ares había ido a su casa con un rollo de papel y una pluma con su tinta.

Cuando su abuela lo vio con eso cargado le cerró la puerta haciendo reír a todos, ella se creía que iba a pintarle las paredes, pero esa no era su intención. El chico del cual estaba enamorada estiró aquella grande hoja en blanco y sacó su pluma con el tintero. Ella no le dijo nada, solo lo vio hacer. Estaba escribiendo todas aquellas palabras que le había enseñado y otras que le prometió explicar pero en otro momento. Con una letra cursiva y limpia pudo ver muchas palabras. Le gustó verlo sonreír de lado, sabedor de que ella no tenía ni idea de que hacía, le gustó ese Ares relajado y travieso.

Una vez la tinta se secó cortó las palabras. Ambos buscaron luces de navidad, blancas, y Ares las colgó en la pared al lado de su cama. Aquello era realmente bonito y para rematarlo, pegó las palabras por doquier entremezclándose con las luces. Era hermoso y se lo agradeció saltando a sus brazos pero a él no le bastó solo con eso y la besó.

Llevó sus dedos a sus labios, el hormigueo persistía aun cuando había dejado el recuerdo a un lado.

—¡Ashley ya está la comida! —gritó su padre. Desde que vivía con ellas todo había mejorado, destacando la alimentación.

Se levantó y corrió a su llamada.

* * * 

—¿Hoy es viernes, vas a salir con Ares? —preguntó su padre mientras llevaba una cucharada de puré de calabacín a su boca. 

—Creo, no lo se, me dijo que llamaría —murmuró algo sonrojada evitando las miradas divertidas que le echaba su abuela. La mujer mayor se había recuperado poco a poco, ahora era cuidada por su padre y ella. La casa siempre estaba limpia, lejos de tener y acumular polvo que pudiera acarrearle un constipado.

Sopló la cuchara para luego llevarla a su boca, estaba realmente bueno. Su padre era buen cocinero. Pensó en que le gustaría que él la enseñara a cocinar algunos platos, sería agradable y divertido compartir ese tiempo con él.

—Ashley, esta tarde vendrá tu madre —contrajo una mueca, eso no le gustaba ya— Tranquila, quiero que salgas con Ares, no necesitas estar para escuchar algún comentario fuera de lugar —estaba claro que su madre la heriría nada más pisar la casa— He estado haciendo los trámites para el divorcio —sus ojos se ampliaron y lo miró con sorpresa— Lo siento cielo pero ambos sabemos que es lo mejor, tu madre y yo no estamos bien —la suavidad en su voz y como tomó su mano en la mesa le hicieron sentirse arropada.

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora