Capítulo 26 Parte 2. -"No hay lugar como el hogar"

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Apenas escuchar a aquella chica saliendo de la habitación salí rápidamente de mi escondite tratando de no alertar a nadie esta vez. Antes de salir del lugar me encontré con una llave en el suelo, era demasiado pequeña para abrir un auto o una habitación. No fue hasta que levanté la mirada que pude notar el cofre metálico que estaba encima de una de las cajas. Intenté hacer encajar la llave, y efectivamente esta se abrió. Dentro habían muchísimas fotografías más. Al parecer las cámaras eran lo suyo.

Comencé a observar las fotografías. Más pronto que tarde noté que no eran fotografías, eran postales. Podría decirse que parecían postales de miles de viajes realizados por alguien. Venecia, China, México y hasta Venezuela. Todas tenían mensajes escritos por la parte trasera, y todos estos mensajes culminaban con la misma firma.

"-Mamá".

En cada una de ellas esta mujer-suponiendo que fuese realmente una mujer-solo se excusaba una y otra vez. Sin parar. Le pedía disculpas a alguien, "su pequeño pedazo de cielo", por haber faltado a sus números cumpleaños. Todos estaban enumerados en realidad, comenzaban desde el número seis hasta el catorce. Pedía perdón por no haber podido estar en navidad, en año nuevo, en acción de gracias, el mismo día de la madre. Esta persona solo mandaba lo mismo una y otra vez.

"Siento no poder estar allí contigo mi pequeño pedazo de cielo. Lamentablemente mi trabajo me lleva la mayor parte del tiempo, se que la pasarás bien con tú tío. Diviértete.

-Mamá".

Literalmente en cada postal se leía lo mismo. Nada cambiaba. Habían demasiadas como para contarlas, pero todas llegaban hasta el número catorce.

Ocho años de postales. Auch.

—¿Quiere una cerveza oficial?—oh Dios mío. Eran Xander y el sujeto en muletas, se estaban acercando al garaje. No tuve ningún otro lugar al que ir más que detrás del mismo intento de arte en el que estaba escondida anteriormente.

—No gracias. Podría solo enseñarme la fotografía de su hija si es tan amable—Xander se escuchaba demasiado serio. Pero olvidaba que este no era Xander, era el oficial Morten.

—Por supuesto, usted sígame.

Podía escuchar pasos, pero sin saber su dirección. Antes de darme cuenta pude observar con el rabillo del ojo que Xander estaba mirando en mi dirección, dudoso. ¿Acaso podía verme? No era posible, me hallaba detrás de un enorme cuadro.

—Aquí está. Ella es mi hija Nikkie...o bueno, solía serlo—la voz del sujeto parecía estar quebrada. El dolor aún se encontraba palpable dentro de él.

—Antes de proseguir con toda la investigación, ¿Le importaría darme la cerveza que me ofreció? Acabo de descubrir algo—Xander estaba hablando con su vocecita casi sarcástica.

—¿A qué se refiere?

—Nada. Solo descubrí a un invitado no deseado en este lugar—¿Qué? Esa solo podía ser...

—Oh, ya lo entiendo. Se refiere a la sed. Vaya, ustedes los oficiales y sus acertijos—algo me decía que no se estaba refiriendo a eso con exactitud.

Desde mi escondite pude ver al sujeto en muletas entrando por una puerta hacía dentro de la casa. Luego de eso "él oficial" giró su cabeza en dirección al cuadro gigante que estaba delante de mi. Xander sabía muy bien que yo me encontraba aquí.

—Sal de allí y corre al auto, ahora mismo—lo dijo tan rápido que fue apenas audible.

No podía ponerme terca, tenía que hacer lo que él me decía y tenía que hacerlo rápido. Salí casi instantáneamente de en donde me encontraba escondida y observé fijamente a Xander, miré sin cuidado alguno las esferas verdosas que estaban en donde debían estar sus ojos. Esas esferas que me atraían cada vez más, y más.

—Sal de aquí.

Lo único que hice al escuchar esas palabras fue girar la mirada y correr al auto. Iba corriendo tan rápido que no había notado que llevaba colgando un bolso de mi hombro, no recordaba haber llevado un bolso conmigo pero tampoco me iba a detener a comprobar que llevaba dentro. 

Llegué al auto e intenté una y otra vez abrir la maldita puerta. La muy desgraciada estaba atorada o algo así.

—Abre, maldición—parecía una especie de chiflada hablándole a una puerta.

—¿Nik?—me detuve totalmente rápido, quedando casi estática. Alguien estaba a mis espaldas, por la voz pude reconocer que era un chico.

—¿Nikkie, eres tú?—no podía solo quedarme allí parada mientras este chico estaba a mis espaldas. Así que me giré. Sin rollos, ni esperas.

Al mirarle a los ojos sentí una conexión tan pero tan fuerte dentro de mí misma que era inexplicable. Era solo...demasiado extraño.

—¿Frank?—y antes de poder notarlo, un nombre salió disparado de mi boca.

PRETTY FACE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora