{ Julia }
-Estás preciosa. – Dijo Jenna, acariciando mi cabello recién alisado.
La vi sonreír a través del espejo de mi tocador. Yo también sonreí. Volví a mirar mi reflejo del espejo, y esta vez esbocé una sonrisa aún más amplia. Era la primera vez en mi vida que me veía guapa. Era increíble las maravillas que podía hacer un poco de maquillaje. Me mordí el labio por enésima vez, me encantaba el sabor a fresa del brillo de labios.
-En este momento eres clavadita a tu madre. Si Michelle estuviese aquí, estaría muy orgullosa de ti. – Añadió Jenna, frotándome los brazos.
Intenté que el recuerdo de mi madre no estropease lo bien que había estado yendo mi día, por lo que, para evitar que las lágrimas aflorasen y estropeasen el gran trabajo que Jenna había hecho con el maquillaje, me levanté de la butaca, evitando mi reflejo.
Carraspeé y me alisé la falda del corto vestido que me había dejado Daisy. Este era azul marino, el cuello era transparente, y estaba adornado con un fino y sencillo cinturón plateado. Intenté mover los dedos de mis pies, pero entonces recordé que llevaba puestas esas incómodas medias. Qué frustración. Ahora, para terminar de completar el modelito, solo me quedaba subirme en esos armatostes que coloquialmente eran conocidos como “zapatos de tacón”.
Me apoyé en mi escritorio y metí los pies en esos zapatos con un tacón imposible. Sabía que la cosa iba a acabar muy mal, ya que nunca antes me había puesto unos tacones y no sabía cómo andar con ellos. Jenna rió al ver los equilibrios que hacía con los brazos, en un intento por mantenerme firme. Me cogió del brazo y me hizo dar unas cuantas vueltas por la habitación.
-Dios, qué horror, parezco un pato mareado. – Dije, frustrada, mientras intentaba no tropezarme con mis propios pies.
-¿Estás segura de que vas a aguantar toda la fiesta con estos zapatos? – Inquirió Jenna, intentando aguantarse la risa, pero a la vez preocupada.
-No lo sé, esa es la cuestión. Ya le dije a Daisy que estos zapatos eran demasiado altos para mí. – Suspiré. No sabía cuál era el estado en el que podían acabar mis pobres tobillos esa noche.
El único ruido que se oía en mi habitación era el de los tacones repiqueteando contra el suelo de madera. Clap, clap, clap. Aunque, sin embargo, podía oír las voces amortiguadas de los amigos de mi padre, procedentes del salón.
-Si papá me ve vestida así, no me va a dejar ir a la fiesta ni por asomo. – Comenté, haciendo un puchero con los labios.
Jenna esbozó una sonrisa cómplice.
-Por eso saldremos sin que nos vea.
Sabía que Jenna era una mujer muy enrollada, pero jamás me habría imaginado que lo sería hasta tal punto. Era tan parecida a Will… cómo se notaba que era su madre.
Tras estar unos quince minutos dando vueltas por la habitación como un león enjaulado, conseguí adaptarme a esos zapatos. Bueno, de vez en cuando me tropezaba, pero era mejor eso que nada.
Jenna había bajado para ir poniendo el coche en marcha, ya que era ella la que me iba a llevar hasta el barrio de Niall (iba a flipar cuando viese lo lujoso que era ese barrio…), y yo me quedé en mi cuarto terminando de arreglarme. General Pomposo Bigotes me miraba desde la cama, como si estuviese examinándome.
Me giré y estiré los brazos.
-Bueno, ¿qué tal estoy? – Bigotes entrecerró los ojos. Probablemente estaréis pensando: “¿Qué hace esta psicópata hablándole a un gato?” Bueno, la gente le habla a sus perros, y yo le hablaba a mi gato desde el primer instante en el que le tuve entre mis brazos. Por lo menos yo no ponía esa voz aguda tan ridícula que pone la gran mayoría de las personas cuando le habla a sus mascotas.
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A chance to be happy | n. h. |
FanficJulia miró una vez más a aquel chico rubio y de ojos azules y de nuevo sintió que se derretía. Se sonrojó a más no poder, por lo que agachó la cabeza, ocultando su rubor. Niall se dio cuenta, y también se ruborizó, aunque intentó que su acompañante...