Capítulo 63

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                                       { Will }

Los exámenes finales eran, sin duda, lo peor del curso. En esa época te encontrabas en el momento justo antes de que empezasen las vacaciones de verano y, por tanto, estabas hasta las mismísimas narices de estudiar y de meter más y más contenidos en tu mente. El buen tiempo intentaba seducirte, como si dijese: “Mira qué bien se está en la calle. ¿Por qué no dejas esos aburridos exámenes y sales un rato?” Y te sentabas frente al escritorio con la mirada perdida, divagando sobre cualquier estupidez, la primera que se te pasase por la cabeza, hasta que finalmente te dabas por vencido y decidías ir en busca de comida.

Así que, básicamente, ese había sido el plan de mis últimas semanas.

Lo único en lo que mi mente podía pensar era: “Verano. Verano. Verano. Tiempo libre. Helados. Dormir hasta las tantas. Vegetar en el sofá hasta terminar fundiéndose con él. Leer todos los libros que quisiese” Y, a pesar de tener todos esos seductores planes en mente, aún quedaba sitio para pensar en una persona…

Cuando una mano me tocó el hombro, salí de mi ensoñación.

Di un respingo, casi dando un bote del susto, y me giré para ver a la persona que había osado molestarme mientras escuchaba música a todo volumen con mis auriculares.

Daisy me dedicó una de sus típicas sonrisas radiantes, esas con las que mostraba su perfecta y blanquísima dentadura, y me dio un leve empujón con el hombro. Me quité los auriculares, paré el reproductor del iPod y lo guardé en mi bandolera.

-Daisy, no deberías ir por la vida dando esos sustos a la gente. – Refunfuñé. – Y más cuando están esperando el autobús completamente absortos con la música.

Daisy hizo un puchero y me pellizcó una mejilla. Tanto ella como Julia sabían lo mucho que odiaba que hiciesen eso, pero era su forma de hacerme de rabiar y, según ellas, “de superar aquellas cosas que me ponían de los nervios”.

-Perdona, gruñón. – Dijo, inquietantemente animada.

Miré por encima de mi hombro a las personas que esperaban en la cola a que llegase el autobús. Por suerte, parecía que a ninguna de ellas le molestaba – o no se habían dado cuenta – el hecho de que Daisy se les hubiese colado por toda la cara.

-Tu felicidad matutina resulta extremadamente irritante. – Dije.

Daisy rió y a continuación resopló.

-No tengo la culpa de que siempre estés de mal humor. – Retorció un mechón de su cabello entre los dedos y me miró con suspicacia. – ¿Sabes? Hace mucho que no te veo sonreír.

Forcé una sonrisa demasiado exagerada y extendí los brazos.

-¿Contenta? – Inquirí.

Daisy volvió a reír y meneó la cabeza.

-Te ha quedado muy falso, pero me sirve.

En ese momento el autobús giró la esquina y, en unos pocos segundos, llegó a la parada. Por suerte, iba medio vacío y, como Daisy y yo estábamos en la cola, pudimos escoger nuestro sitio favorito: en la planta de arriba, justo frente al cristal que te mostraba todo lo que había delante. Daisy se pegó a la pared y apoyó los pies en el hueco que tenía delante.

-Siento mi mal humor, los exámenes finales me tienen consumido. – Dije, soltando un suspiro de exasperación.

Daisy me palmeó la pierna y me dio un ligero apretón en el muslo.

-Tranquilo, todos estamos así. Pero esta semana termina la tortura y por fin podremos ser libres. El verano está a la vuelta de la esquina. – Dijo, increíblemente optimista, sin dejar de sonreír.

A chance to be happy | n. h. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora