Capitulo 12

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Esa noche tuve un sueño o quizás un recuerdo que se presentó como tal, no lo sabía. Piera y yo estábamos en un vehículo, ella parecía un poco drogada, borracha o ambas y estaba hablando incoherencias, entonces yo la besaba, la atraía hacía mi y tenía miedo de que me empuje y me separe. Pero claro que no lo hacía, quizás porque en mi sueño se estaba cumpliendo un deseo o quizás porque la Piera de mi recuerdo me deseaba tanto como yo a ella.

La atraje sobre mi regazo y apreté su trasero con mis manos acercándola aún más a mí sin dejar de besar esos apetecibles labios. Ella lucía excitada y me gustaba ser el causante de aquello porque por alguna razón estaba celoso de algún imbécil que había estado besándola antes.

Hicimos el amor en el vehículo y fue la primera vez que dije te amo, sabía que era la primera vez que lo decía en voz alta y sabía que no había manera que la deje ir de allí en más.

Pero luego todo se volvió complicado... Roxanne nos encontraba en una situación difícil de explicar y terminaba convenciendo a Piera que lo mejor sería alejarse de mí, que lo nuestro estaba mal, que no había manera de que podamos explicarle al mundo lo que nos pasaba y que nos entendiera. Piera aceptaba aquello con la cabeza baja y yo no hacía nada para evitar su decisión.

Mi sueño cambiaba de escenario, era una tarde cálida de verano cuando descendía por la escalera y la veía allí, con su cabello corto y su sonrisa triste; claro que no venía sola, un hombre la acompañaba y la besaba como si fuera de su propiedad, pero aquello no tenía sentido porque ella era mía.

El despertador de mi hermano puso fin a mi sueño. Me levanté con él y fui a prepararles el desayuno que tomaron en completo silencio; quería preguntarle a Piera sobre esos sueños pero no creí que fuera prudente hacerlo frente a los muchachos. Los despedí con un pequeño abrazo a cada uno y volví a la cocina para ordenar las cosas que habíamos utilizado.

A las 11 de la mañana tocaron el timbre y me encontré con aquella muchacha que había ido a casa hacía unos días: Xime. Ella ingresó sin ser invitada y comenzó a hablar de su trabajo, dijo que estaba pensando en renunciar y pidió mi opinión.

-Estás mareándome con todo esto –confesé riendo con nerviosismo y ella pestañó con rapidez.

-Oh... discúlpame, olvido que tú no recuerdas nada –dice sentándose en la silla y señalando el café frío. Supongo que lo que ella quiere es una taza así que caliento un poco en el microondas y se lo doy. -¿Cómo están tus cosas entonces?

-Todo es muy confuso aún... pero estoy recordando de a poco.

-¿Y no me recuerdas? –niego con mi cabeza y ella baja su mirada. –Supongo que no era tan importante en tu vida...

-¿Quién eras en mi vida Xime? –quiero saber interesado y ella apenas sonríe.

-Una de tus tantas amantes supongo. Nos conocimos en un bar una noche en la que dijiste que querías beber hasta perder la conciencia porque te habían roto el corazón –ríe con fuerzas y yo simplemente espero. –Ahora que lo pienso nunca dijiste quien fue la afortunada.

-¿Fue hace mucho?

-Bastante, unos tres años más o menos. Luego nos comenzamos a ver seguido pero tú no parecías querer más que un revolcón cada tanto y acepté eso, claro que no es fácil evitar enamorarse de ti.

-Oh...

-No te preocupes, ya te dije todo esto –dice restándole importancia. –Te alejaste bastante de mí cuando lo dije pero luego volvimos a vernos esporádicamente. Aunque claro, ahora estabas extraño nuevamente.

Trilogía Imposible: 3. Pide un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora