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Los segundos pasaban como si se trataran de años. Derek estaba conteniendo el aliento, aún con la pistola levantada, apuntando a la cabeza de Malia. Stiles tragó saliva pesadamente ante la expresión de su ex novia, que aún miraba sorprendida el punto en el que los labios de los hombres que tenía delante habían estado unidos.

Derek bajó el arma lentamente, volviéndola a guardar en su lugar, y miró a Stiles unos segundos, esperando que le dijera algo a la chica. Ciertamente, el moreno no pegaba en esa escena de no ser porque en aquellos instantes había sido pillado en medio de un beso desesperado con el castaño, creyendo que iban a morir a manos de los infectados.

Pero Stiles se sentía aún peor.

Quizás hubiera preferido a un infectado.

La culpa le hacía daño en el pecho, pero respiró hondo y esquivó la mirada del veterinario, que seguía interrogándolo con la mirada. Los ojos de Malia le quemaban, y Stiles no podía dejar de mirarla. Y menos cuando éstos se llenaron de lágrimas.

—Malia... —musitó el castaño. Apretó los labios sin saber muy bien qué decirle. Cualquier cosa que dijera podría desatar otro apocalipsis. Ya tenían los infectados, les faltaba la bruja mala.

—No. Me. Hables —gruñó ella con los dientes apretados—. Te juro que como me hables o me digas que lo que acabo de ver no era lo que parecía nos condeno a los tres.

—Y te pegaría un tiro si con tus gritos atraes a un sólo infectado, así que controla tu tono de voz —murmuró Derek mirándola con dureza—. Sí, sí era lo que parecía. Si no te lo dice él, te lo digo yo. Nos estábamos besando.

—¿Me has dejado por él? —preguntó la rubia con incredulidad.

—Sí —repuso el veterinario.

—No —dijo a la vez el castaño, y los dos hombres se miraron por primera vez. Derek enarcó una ceja.

—Deja de mentir, Stiles. —El chico miró al moreno con cara de indignación.

—¡Tampoco te creas especial! —El otro se cruzó de brazos.

—En cuanto la dejaste viniste a mi habitación a chupármela —musitó Derek—, no me creo especial, tú tenías ganas de polla.

Stiles apretó los labios, indignado porque tuviera razón. Desvió la vista y miró a Malia, que había dejado de tener lágrimas en los ojos para mostrar una expresión de asco al procesar lo que le estaban diciendo. Levantó ambas manos.

—Mirad... estáis enfermos. Y Stiles, me podías haber dicho antes que querías dejarme porque te gustaba un tío, no seguir conmigo por pena.

—¡No seguí contigo por pena!

—Es verdad, seguiste conmigo porque empezamos antes del apocalipsis y total, te conformaste con la que tenías al alcance. —Se dio la vuelta aún con los dientes apretados—. A ver si te salen niños por el culo y repobláis la tierra, gilipollas.

Stiles fue a decir algo, pero la chica salió corriendo de allí. El castaño resopló con disgusto y dejó caer la cabeza hacia atrás, chocándola con la estantería. Cerró los ojos y los apretó, con la cabeza hecha un lío. Ahora encima tendría que enfrentarse a Derek por haberlo menospreciado.

El moreno permaneció en silencio, sin dejar de coger los medicamentos que habían ido a coger. No tenía ganas de ponerse a debatir sobre las tonterías que tenía el otro en la cabeza, por lo que simplemente siguió haciendo lo que debía hacer para salir cuanto antes de aquella ratonera.

—Derek...

—Deberíamos irnos ya —musitó el moreno. Le tendió la linterna a Stiles y se colgó la mochila—. Cuanto antes salgamos de aquí, mejor.

PandemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora