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Los dedos de Derek se crisparon en los costados de Stiles, clavándoselos en la carne y haciéndole daño, pero se mordió el labio, evitando quejarse en voz alta. Escuchaban la respiración ahogada del infectado, atáxica, con dificultad, y los pasos torpes se iban acercando, como si fueran las campanadas de una muerte anunciada.

La espalda de Derek chocó contra el fondo del armario, y cuando Stiles quiso seguir retrocediendo tan sólo se encontró con el cuerpo del veterinario contra él. Apretó los ojos para intentar calmar su corazón, que golpeaba su pecho nervioso, y que parecía ser un altavoz atrayente para aquel bicho que se acercaba cada vez más.

—Si no dejas de respirar así, estamos muertos —murmuró Derek lo más bajo posible en el oído del castaño. Éste se tapó la boca y la nariz, intentando dejar de emitir ruido.

No sabía a cuánto estaba el infectado de ellos, pero se oía cerca, muy cerca. Ya ni le dolían los dedos del moreno clavados en su piel, tan sólo intentaba no desmayarse por la falta de oxígeno.

Pero de repente, contuvo la respiración abruptamente al notar un bulto en su parte baja de la espalda. Al principio se quedó estático en el sitio, pero luego abrió los ojos como platos cuando encajó piezas y se dio cuenta que lo que se estaba clavando venía a ser la erección de Derek.

Enrojeció violentamente, olvidándose en esos instantes del infectado que iba hacia ellos, y fue a moverse para encarar al veterinario, pero las manos de éste seguían fijas en sus costados. Crecía la vergüenza en su interior al mismo nivel que su indignación.

—¡¿Qué coño haces?! —musitó el castaño en voz queda.

—Lo siento joder, hace mucho que no tengo intimidad para nada —repuso Derek en el mismo tono—. Y tú no dejas de rozarte y soy humano, ella va por libre.

—Pues que "ella" se relaje y deje de intentar atravesar tus pantalones y rozarse conmigo, por favor.

—Eres tú el que se ha estado rozando contra ella, y esto es como la lámpara del genio: si frotas, te llevas el premio. —El castaño soltó un quejido, moviéndose para apartarse, pero el otro afianzó el agarre, dejándolo pegado a él—. Si te sigues moviendo así me vas a poner peor —jadeó el moreno en voz baja.

—¡Pues deja de clavármela en la espalda!

—Es que tienes un buen culo... ¿no se siente bien? —murmuró respirando contra su oído.

—¡Cállate, joder! —espetó Stiles de mal humor. Derek le tapó la boca con una de sus manos al oír más cerca al infectado.

Se mantuvieron de esa guisa unos segundos, ambos aguantando la respiración. Stiles seguía sintiendo el calor de la vergüenza y la adrenalina bombear su corazón. Sus oídos se habían embotado de los nervios y la sangre había decidido ir a una parte de su anatomía que en ese preciso instante no tenía nada que ver, ni nada de utilidad, y sin embargo ahí estaba, alzándose en aquella situación.

Muy oportuna.

Se mordió el labio inferior apretando los ojos, totalmente ofuscado por cómo su cuerpo reaccionaba ante aquella situación. El infectado estaba casi en la puerta, el pene de Derek seguía clavándose en su espalda, y el suyo estaba despidiéndose del mundo por todo lo alto.

Y entonces llegó la salvación. Un ruido proveniente de la calle hizo gruñir al infectado, que se dio la vuelta y comenzó a caminar más rápidamente hacia la salida, como que sabiendo su destino podía empezar a correr tras su objetivo.

Esperaron unos minutos a que no se oyeran los pasos del resto de los infectados, y cuando se cercioraron de que todos se habían ido, Stiles se separó del cuerpo de Derek y salió al supermercado, tomando una gran bocanada de aire y respirando entrecortadamente.

PandemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora