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Había llegado la hora de dormir después de aquel día tan intenso por la mayoría de ellos. La única que no se enteraba de nada en aquella casa era Malia, que estaba de buen humor por haberse podido lavar tranquila aquel día. Se despidió del resto y se metió en la habitación con Stiles. Los otros tres se dividieron en dos habitaciones, dejando solo a Derek en una de ellas.

Soltó un suspiro al poder sentir su músculos estirarse, su cuerpo comenzando a relajarse, lo tensión del mercado lo había dejado totalmente entumecido. Pero fue también una situación con dos extremos totalmente opuestos; por una parte, estaba aquella en la que la incertidumbre y la abrumadora idea de la evolución de los infectados les habían llevado al máximo del estrés.

La otra parte había sido el castaño y la pequeña situación que había habido entre ellos: la fricción que hubo entre en sus cuerpos, y el recuerdo se mantenía fresco y volvía a reaccionar ante la imagen mental.

Hacía demasiado tiempo que no había intimidado con alguien y el mero roce de aquel cuerpo con el suyo fue como un disparo a su abstinencia que había generado por la infección.

Sus dedos se presionaron contra las palmas de sus manos, recordado apretar la cintura estrecha de Stiles. No tenía un cuerpo demasiado grande, pero si fibroso y delgado, como a él le gusta. Y el tenerlo así entre sus manos, apretándolo contra él, fue simplemente encender la mecha.

Su erección se había despertado después de tanto tiempo de escapar de los infectados, contenta de rozarse con un cuerpo que no estaba nada mal, sobre todo con un trasero tan redondo como el del menor. Tan pegado a él, tan caliente, tan apretados. Esa fricción había sido una explosión de puro deseo, despertando algo en su interior que llevaba mucho tiempo apaciguada.

Volvió a suspirar cuando su cuerpo volvió a retomar el calor de la graciosa y un tanto caliente situación que se dio en ese apretado armario. Una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar lo nervioso que se había puesto el menor pero también que se hubiera empalmado también era mucho mejor: significaba que no le había disgustado del todo el contacto.

Su cerebro trataba de recrearse el del pequeño y redondo trasero, de la presión del cuerpo sobre el suyo. Si hubieran estado encerrados un poco más, quizás se hubiera dejado llevar y probar ese cuello que estaba plagado de lunares. Hubiera lamido el hueco que había entre la mandíbula y la clavícula del menor, lamiendo lentamente la piel pálida que tenía aquel chaval.

La mano que descansaba sobre su vientre se fue deslizando lentamente hacia su nuevamente apretada y caliente erección. Soltó el aire cuando se rozó sobre la tela, cerrando los ojos y dejando que su imaginación volara un poco.

Agradecía que le hubieran dejado una habitación para él solo, así no tendría que preocuparse por lo que llegara a pasar a partir de entonces.

Primero fue el cinturón, luego el botón seguido de la cremallera. Su vista se clavó en su bóxer negro, el cual se encontraba húmedo, haciéndole intuir que su miembro se encontraba totalmente erecto y apresado. Necesita liberar estrés, incluso si era con su mano, hacía mucho tiempo desde la última vez que tuvo aquella intimidad.

Gruñó cuando su mano rodeó su sensible polla, la cual rogaba por algo más, pero que se tendría que conformar con eso. Soltó otro gruñido cuando comenzó moverla de arriba abajo, logrando que todo su cuerpo vibrara ante la atención.

Su otra mano subió su camiseta, pasando suavemente por su torso, dejando al expuesto su trabajado cuerpo. Lentamente lo recorrió, echando de menos que fuera un tacto ajeno y no su propia mano, pero se mordió el labio inferior con ganas.

Jadeaba despacio, tratando de controlar que lo demás no lo escucharan. Sus ojos se encontraban fruncidos, sintiendo todo más fuerte, intenso, imaginando que era la mano de Stiles la que le acariciaba su miembro, para luego querer sentir cómo sería aquella boca llena de sarcasmo usada para otra labor.

PandemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora