Tampoco tenía ganas de fumar, pero lo primero que hizo, al esquivar el aula donde rendía las dos previas de matemática, fue refugiarse en el sector fumadores. Ni un alma. Todos en las respectivas clases. Nadie podía pisar el patio por esas horas. Clavó la vista en ningún lado aparente y se dejó llevar por la nada misma. Su decisión era inquebrantable.
Su plan no tenía fundamentos, ni objetivos claros. Sabía que si Estévez se enteraba no tenía chances de seguir con los encuentros particulares. Joaquín lo iba a tolerar menos. Esmeralda defraudada pero jamás sorprendida. A Sebastián le daba igual. Con o sin esfuerzo se quedaba sin el plan favorito de todos los almuerzos. Tanto que le gustaba. Comida chatarra y postres caseros. Se abrazó las rodillas y hundió la cabeza entre las piernas para ocultarse de la soledad que lo perseguía siempre. Abrazarse a sí mismo en ese recoveco donde no lo veía nadie, lo hizo más consciente de lo solo que se hallaba.
***
Santiago no podía pensar en otra cosa que no fuera Sebastián. Se puso rojo de saberse consciente del detalle. Miró alrededor y pensó qué tanto lo odiarían Franco y el resto de saber que no podía sacar sus pensamientos del tipo ¿Cuánto asco sentirían por él? ¿Qué tan repulsivo se volvería pasar tiempo con él? ¿Cuándo volverían a quererlo?
«Ojalá no tenga problemas con los últimos combinados que vimos», se dijo para sacarse de encima las historias tristes que su cabeza le inventaba. «Espero que no se haya olvidado el compás, capaz pueda salir un toque y preguntarle por la ventana si necesita algo. No, no puedo hacer eso. Cualquiera. Re pesado. Re idiota». Se martirizó mientras veía a la profesora llenar y borrar por segunda vez el pizarrón.
Candela nunca lo había visto tan inquieto a Santiago. Le parecía raro que ninguno de los chicos percibiera los movimientos intranquilos del pibe en el banco. Cómo miraba la hora, la puerta, la preceptora que iba y venía por los pasillos. Así como su novio era incapaz de notar por sí solo cuando ella estaba enojada por alguna cosa que hubiera dicho, así tampoco ellos podían percibir los malestares o los cambios en algún integrante. Supuso que así eran todos los grupos de varones. No lo tenía muy claro. No sabía cómo funcionaba el entretejido de amistad que solapaba al grupo de amigos de su novio o al grupo de amigos de sus hermanos varones. Para ella era clara la tristeza de Santiago o la doble personalidad que parecía desarrollar Sebastián. Era uno con el resto y era otro con Santiago cuando los veía de refilón solos. Los dos se movían distinto cuando pensaban que nadie los miraba. Algo en la dinámica de los dos cambiaba. Nadie parecía darse cuenta y ella que estaba segura de tener alma de bruja algo intuía. Algo pensaba, sin embargo, sus suposiciones le resultaban alocadas. Descabelladas. Sin sentido.
—No vino Casenave, ¿verdad? —interrumpió la preceptora con una planilla en la mano. Miró a la profesora que se lo confirmaba y el lugar vacío del adolescente problemático.
—No, no. Sí, vino —se adelantó Santiago ante las afirmaciones de la docente. Notó como él y sus amigos saltaron como resortes.
—¡Está rindiendo las previas! —se apuró a explicar Agustín antes que le pusieran una falta a su amigo que ya se hallaba al límite de inasistencias.
—Hace media hora que abrieron las mesas para las previas. No se presentó nadie. En un rato cierran las actas —les contó la preceptora. De solo imaginar la posibilidad de Sebastián escapándose de la institución como tantas veces, creyó conveniente volver a replantearse el trabajo. Pensó con dramatismo que estaba a una irregularidad adolescente de tirarse por el balcón.
—¿No se presentó? —preguntó Santiago ya con medio cuerpo fuera del banco —Mire que a la escuela entró.
—Bueno, profesora, sigan con lo suyo —ignoró y se anticipó la preceptora antes de seguir alborotando a ese grupo. Ahora le esperaba una tarea de búsqueda y unos llamados a los padres más reacios y ausentes de la institución. Ya podía escuchar los gritos de todo el equipo directivo.
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Detrás del odio
RomanceEn la provincia de Entre Ríos, Argentina, Santiago y Sebastián han compartido trece años de amistad en el mismo grupo, pero también una rivalidad extrema que parece inexplicable. En realidad, detrás de su constante antagonismo, ambos ocultan un sent...