Capítulo 13

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Las semanas pasaron desabridas para Santiago. Sus humores turbulentos se estancaron entre perdones que no soltaba y disculpas que no recibía por parte de nadie. Le dolían las indiferencias de todos, le molestaba su bronca en general. El malestar que notaba en la escuela, en la casa, con su hermana, con Pilar. Se cansó de pasar solo y entre libros los recreos. Sentía que perdía su ultimo, año en un orgullo que ya lo encontraba sin sentido y ridículo, pero dar el brazo a torcer era deformar su personalidad, siempre rígida, siempre segura.

Aunque si debía reconocer para sus adentros, quería las salidas con sus amigos, pelis con Franco, disfrutar del tiempo con su vieja y Valentina. Sin embargo, lo único que tenía era Pilar y la fachada que se empeñaba todos los días en dibujar, esa que refregaba que con la piba todo bien. La mejor. Si eran La Pareja, en mayúsculas. A pesar que el sexo no funcionaba, las charlas tampoco y ya ni los abrazos le servían a Santiago para cobijar sus miedos. Esos que tenían nombre desde chico, pero que se esforzaba como nadie en borrar.

Era tanto su pánico que ni le salía el nombre, buscarle una forma le creaba más ansiedad y terror que la ausencia de erecciones. Comenzaba ahogarse en sus complejos, sofoques que no lo dejaban dormir y que se materializaban en sus sueños con formas de olas enormes, de agua descontrolada que lo arrastraba y lo dejaba endeble, solo, atragantado entre tanta agua, entre tantos miedos, entre tanta angustia. Santiago no sabía si prefería soñar con su padre o con un mar enfurecido que venía a matarlo.

Por si fuera poco, recordaba todas las charlas de sus amigos cuando después de unas cuantas birras el tema del sexo no faltaba. De igual modo, siempre escuetos si comparaba las conversaciones que mantenía su hermana con las amigas, que disponían de tanto detalle como una película 3D. Estaba harto del relato de las pajas de todos, de las clavadas exitosas de Franco y todos los chistes con respecto a la pija enorme del pibe. Agotado de la promiscuidad de Sebastián que siempre sus historias eran cogidas bien concluidas, no como las suyas, se mortificaba el castaño.

Ni quería escuchar lo poco predispuesto que se encontraba Agustín para los garches sin contexto, la envidia que decía tenerle a Santiago por tener una novia. Incluso al castaño hasta le molestaban las virginidades de Tomás y Mateo Méndez. Lo único bueno de estar distanciado de todos ellos era que ya no tenía posibilidades de ponerse incomodo cuando le tocaba el turno de contar lo piola que creían todos que resultaba disponer de una relación estable con una chabona que se hallaba por demás buenísima. «Como decirles que con semejante piba ni se me para», se maltrataba Santiago cada vez que disponía del tiempo. Como en ese momento, que podía estar tranquilo y contento entre mates con Pilar en el medio de la plaza Urquiza.

Intentaba camuflar su talante pensativo mientras leía El Aleph de Borges, las reversiones de la historia no lo sacaban de sus dramas, pero al menos justificaba su cara de estar en otra parte. Se hallaba incómodo, sentado con la espalda apoyada en un árbol de jacarandá. Entre sus piernas, sentía como Pili se removía insatisfecha y que cada tanto chistaba empacada. Hacía días que esquivaban charlas problemáticas o el asunto sexo y en ese trajín se quedaban sin nada que conversar.

—Al pedo vinimos al parque si te la pasás leyendo. Para eso quedate en tu casa y no me digas para hacer nada —le reprochó Pilar mientras se acomodaba el jumper a cuadros que llevaba como uniforme de su escuela.

—Boluda, si estoy al aire libre me gusta leer un toque —le explicó ofendido por la incomprensión de la piba y porque de un momento a otro se sintió un pelotudo. Cuando salió de la escuela pensó que un rato en la plaza con su novia le iba a venir bien, pero se equivocó.

—Sí, siempre lo mismo. Cualquier cosa, menos prestarme atención.

—¿Qué? Bue... —se indignó en tanto se removió para alejarse de la piba que todavía se hallaba acomodada en el medio de sus piernas —¿Y querés hacer? Ya me contaste mil cosas de tu casa, tus amigas, tus temas ¿Necesitás que estemos todo el día hablando? ¿No podés disfrutar de estar un rato callados y disfrutando estar juntos y ya?

Detrás del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora