D i e c i s i e t e

920 83 18
                                    

Después de la junta qué tuve él día de ayer, regresé a casa a descansar, más sin embargo hoy se le había hecho tarde para él trabajo de nuevo. Pero afortunadamente Ían ya había llegado.
Al llegar a mi oficina me percaté de su presencia. Sentí extraño cuando me vio entrar, no le di importancia alguna.

—Buenos días señor Langdon —dije acomodandome en mi escritorio—. ¿Qué hace aquí?

—Buenos días, vine por qué le acaba de llegar una invitación —me la entregó—. Es para un evento hoy en la noche.

Revisé la invitación qué tenía en mis manos con detenimiento.

—Es de la empresa de las personas con las qué tuve la junta ayer —me quité los lentes.

—Según sé solo invitaron a los empresarios con los qué negocian —dije él acomodándose él cabello.

—Así parece —dejé la invitación a un lado

—¿Asistirá? —preguntó y fijó su mirada en mi

—No lo sé —le levanté a servirme algo de café—. Tengo mucho trabajo, quizá no

—¿Por qué no?

Demonios, esté hombre tiene de curioso lo qué tiene de lindo.

—Verá Langdon...

—Pensé qué ahora sería Ían para usted —me interrumpió.

No pude evitar ponerme roja al recordar la noche en qué estaba tan ebria qué le dije eso, esté hombre aún en sus cinco sentidos recordaba lo qué había hecho estando ebrio. Aunque me parecía extraño qué no recordara aquello.
Me senté en uno de los sofás, tomé una revista de la mesita, dejé mi taza de café a un lado, la abrí colocándola a la altura de mi cara para disimular un poco él sonrojo, aunque creo se dio cuenta, más sin embargo lo ignoró.

—Verá, no me gustan las fiestas, ni asistir a los eventos qué me invitan —dije intentando desviar él tema.

Se acercó y se sentó en él sofá de al lado mío.

—¿Por qué no le gustan Olivia? —se apoyó en su brazo.

Olivia, disimula poquito, disimula poquito, te ves demasiado obvia. DISIMULA.

Dejé de hojear la revista y la bajé, dejándola en mi regazo.

Vamos Olivia, miralo a los ojos.

—Señor Langdon —lo miré a los ojos—. Las fiestas y eventos no son de mi agrado por qué, bueno, no estoy acostumbrada a asistir, por lo regular me siento aburrida, sé qué es absurdo pero así me siento.

Frunció él ceño un poco.

Me gustaba hacerlo enojar a veces, se le formaba una pequeña arruga entre las cejas cuando lo hacía. Aunque está vez no estaba molesto, fruncía él ceño seguido.

—¿Sabe? Debería de ir a ese evento —puso su mano en mi hombro.

Tuve la vana sensación de querer retirarla, más sin embargo también tuve la vana sensación de no querer hacerlo.

—Señor Langdon

—Ande —me interrumpió—. Yo la acompañaré ¿Soy su secretario, no? Usted misma dijo qué debía acompañarla a los eventos.

Langdon siempre tenía las palabras correctas para cualquier situación. Qué a veces me comportara como una imbécil y no las escuchara por mi estúpida altanería era diferente.
Ían me seguía sorprendiendo cada día más. Ían...me gusta su nombre, más odiaba decirlo, cada qué trataba decirlo sentía un sonrojo escapar. Cosa qué yo quería evitar a toda costa. Los malditos sonrojos.

Mr. and Mrs. FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora