Natasha y Steve

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Dormir toda la noche del tirón y sin pesadillas era fantástico; despertar de una buena noche con la mujer de sus sueños desnuda a su lado lo era todavía más.

Bucky aspiró el aroma de los cabellos rojos de Natasha antes de apartarle el pelo para besarle la nuca con delicadeza. Después dejó caer una lluvia de besos en sus hombros hasta que ella ronroneó como un gatito y se despertó del todo.

—Buenos días —murmuró ella, dándose la vuelta para quedar cara a cara con él. La voz de Natasha de por sí ya la parecía muy sexy, pero le gustaba todavía más justo al despertar, como en aquel momento.

—Buenos son —afirmó él, y ella le regaló una sonrisa.

Natasha levantó la mano y Bucky hizo lo mismo, pegando su palma metálica a la de ella. Manos de asesino, pensó. Aquellas mismas manos que apenas unas horas atrás habían recorrido y venerado el cuerpo del otro no hacía tanto tiempo que aún estaban sesgando vidas de forma injusta y cruel. Si Bucky cerraba los ojos, sabía que en aquel mismo instante podría conjurar sin ninguna dificultad las caras de todas y cada una de sus víctimas, recuerdos por desgracia mucho más frescos y vívidos que los de su vida anterior en Brooklyn, con su familia y Steve. Y no necesitaba preguntarle a Natasha para saber que a ella le pasaba algo muy parecido. Esa era una de las cosas que más adoraba de estar con ella, que sin necesidad de palabras los dos podían comunicarle al otro cuándo habían caído presa de sus recuerdos más sombríos, y también sin palabras eran capaces de ofrecer consuelo al otro, de tender su mano y ofrecer una salida que les ayudara a escapar, al menos temporalmente, de las tinieblas en las que todavía se sumergían más a menudo de lo que a ambos les gustaría.

—Podría pasarme el día en la cama contigo —dijo Natasha de forma perezosa, y ahora los dedos de ella acariciaron el mentón de él, trazaron el vello de su mejilla. Bucky se inclinó y le dio un beso casto en los labios, los mismos labios que la noche anterior habían incendiado cada centímetro de su ser.

Ahora también sentía fuego bajo su piel, en el pecho, la garganta, la lengua, por las palabras que deseaba pronunciar. Deseaba decirle que quería despertarse todas las mañanas así, con ella entre sus brazos, durante el resto de sus vidas. Quería decirle que Sam le había pillado haciendo una recopilación de canciones románticas que le recordaban a ella (Bucky esperó a que se le pasara el ataque de risa y a que terminara con sus chistes para pedirle recomendaciones, porque otra cosa no, pero Sam tenía muy buen gusto musical). Quería decirle que desde que la había conocido el mundo parecía más brillante, los colores más intensos, el aire más puro. Sí, se había vuelto un cursi de un tiempo a esta parte, y le daba igual.

Recordó que una vez Steve le había confesado que no se veía capaz de resentir al destino por todas las cosas horribles que le habían pasado en la vida porque gracias a eso había podido encontrarse con Tony. Le admitió que le hacía sentir un poco culpable, porque para llegar a ese punto muchas personas buenas habían sufrido por el camino (Bucky el primero de todos), pero que no podía evitarlo.

Ahora Bucky no solo lo entendía perfectamente, sino que compartía cien por cien el sentimiento.

Por encima de todo quería decirle lo enamorado que estaba de ella, pero no se atrevía por si era demasiado pronto y lo que menos quería era asustarla. Hasta entonces les había ido muy bien ir despacio, y lo mejor sería seguir así. No tenían prisa.

Tal vez ella ya lo supiera, de todas formas, como sabía todo lo demás.

Para resistir la tentación de hablar la tumbó de espaldas, bajó por su cuerpo, le acarició el interior de los muslos con sus labios y su vello facial.

—James... —susurró ella, expectante. Eso no es lo que quería Bucky. Quería oírla gritar su nombre a pleno pulmón, quería que se derritiera bajo sus manos y su boca.

[Avengers Fic Stony] Pedacitos de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora