Tony y Bruce

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—Tony... ¿Por qué no te vienes ya a la cama?

Tony no había advertido la presencia de Steve en el taller hasta que sintió sus brazos rodearle por detrás y su barbilla posarse en su hombro. Se refregó los ojos.

—¿Qué hora es?

—Son las tres de la mañana. Sabes que detesto despertarme en plena madrugada y que no estés en la cama conmigo.

Tony se recostó en el cuerpo de Steve, todavía cálido por el sueño, y se dio cuenta entonces de lo realmente cansado que estaba.

—Mmm. Perdona. Perdí la noción del tiempo.

Steve apartó el contenido de la mesa con una mano, dio la vuelta a Tony, lo cogió de la cintura y lo aupó para sentarle en ella. Tony cerró los ojos y Steve, entre sus piernas, le besó suavemente los párpados.

—Estás agotado... Mira qué ojeras tienes. No me gusta cuando te fuerzas tanto...

—Ahora es cuando te das cuenta de que te vas a casar con un adicto al trabajo que cada dos por tres se olvida de que tiene que irse a dormir —musitó Tony, con tanto sueño que apenas podía mantener ya los ojos abiertos.

—Ya, bueno. Tú también aguantas mis manías.

—Uy, sí. Es todo un sacrificio soportarte.

—Además... —Steve se humedeció el pulgar y se lo pasó por la mejilla. Debía haberse manchado sin darse cuenta—. Si no fuera por esta manía tuya de trabajar hasta las tantas a lo mejor no estaríamos aquí ahora. Creo que nunca te lo he dicho, pero lo que más me gustaba de nuestras conversaciones telefónicas nocturnas era que tu voz suena particularmente sexy a estas horas de la madrugada.

—Mira que eres rarito a veces —le dijo Tony, con una sonrisa perezosa en sus labios.

—Soy tu rarito, que no se te olvide. —Steve le besó en la frente—. Bueno, ¿te vienes ya a la cama conmigo o me vas a dejar abandonado toda la noche?

El mero hecho de pensar en tener que caminar hasta su habitación hizo que las pocas fuerzas que le quedaban a Tony se esfumaran.

—No puedo. Exhausto —murmuró, tratando de decidir si valía la pena hacer el esfuerzo de ir hasta el sofá del rincón o directamente se echaba a dormir en la mesa de trabajo.

—No me dejas otra opción, entonces —oyó que decía Steve. Este le cogió de los brazos y se los pasó por detrás del cuello; Tony se aferró a él automáticamente. Steve le rodeó la cintura para levantarlo y después se cargó el peso de Tony en sus brazos y se puso en marcha rumbo a su habitación. Sí, desde luego, mejor alternativa que la de echarse la siesta en su mesa.

—Qué fuertote estás, cariño mío. Si no estuviera tan cansado esto me estaría poniendo cosa mala —murmuró apreciativamente Tony en el cuello de su chico. Steve rio.

—Me alegro de que te guste, porque en nuestra noche de bodas tengo toda la intención de cogerte en brazos para cruzar el umbral de la habitación.

—Ah, ¿sí? ¿Y lo decides así, sin consultármelo ni nada?

—Te recuerdo que fuiste tú el que me dijo que iba a hacer realidad todos mis deseos.

—Hay que ver cómo te aprovechas de mi buena voluntad. Suerte tienes que esté tan loco por ti que te lo consienta todo.

—Eso no te lo discuto, Tony. Lo de tener suerte, digo —fue lo último que le oyó decir. Tony se quedó dormido mucho antes de llegar a su cama.

[Avengers Fic Stony] Pedacitos de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora