[Avengers Fic Stony] Pedacitos de Ti

Steve y Tony

Tony despertó a la mañana siguiente, en la cama; supuso que Steve lo había llevado allí en algún momento de la noche.

Como la noche anterior, no se despertó él por sí solo, sino por influencias externas. En esa ocasión algo se había tirado encima de él en la cama. Por un instante pensó que se trataba de un perro de noventa kilos muy afectuoso que quería jugar, hasta que se dio cuenta de que no, era Steve otra vez.

—¡Tony! —gritó este; era demasiado temprano por la mañana como para tener tanta energía, pensó Tony. Se incorporó, frotándose la cara—. ¡Tony! ¡Hoy nos casamos! —exclamó Steve a pleno pulmón.

Un momento. En alguna parte de la habitación, posiblemente del móvil que Steve tenía en el bolsillo del vaquero, estaba sonando una canción. Era... ¿Elton John? ¿Going to the Chapel? Vale, estaba claro que Steve no había amanecido con un ataque de pánico, sino más bien todo lo contrario. Tony se lo quedó mirando unos segundos, impasible, hasta que se volvió a tirar sobre la almohada, cogiendo la sábana y tapándose la cabeza con ella.

—¡Noooooo! No seas malo, Tony, venga. —Riendo, Steve le arrancó la sábana y le tironeó del brazo hasta que Tony, refunfuñando, se levantó de la cama. Steve le tiró su bañador y, como si fuera un crío, le retó a una carrera hasta la playa. Carrera que ganó Steve holgadamente porque básicamente Tony bajó andando parsimoniosamente y todavía bostezando.

Pero Steve había tenido una buena idea porque el chapuzón en el mar le espabiló por completo. A su chico no, más que nada porque él ya se había despertado espabilado. Si es que había dormido algo, claro.

—¿Ves? No tienes ojeras. Estás guapísimo y hoy nos casamos y el día es precioso y...

—¡Steve! —Tony le salpicó con el agua para hacerle callar—. No te embales tanto. No dejas de repetir lo de que hoy nos casamos como si se me hubiera olvidado y me lo tuvieras que estar recordando a cada momento.

—¡Perdona! —se disculpó Steve, avergonzado—. Es que estoy un poquito nervioso. Pero no nervios de los de querer salir corriendo, sino de los otros, de los buenos. —De esos que te formaban un batiburrillo de lo más agradable en la tripa y te hacían querer dar saltitos por la expectación.

—Ya lo veo, ya —replicó Tony con expresión divertida—. Tranquilízate un poquito o me voy a agotar solo de mirarte.

—No sé si voy a poder porque, y te lo recuerdo por si te has olvidado, resulta que hoy nos casamos —enfatizó las dos últimas palabras y se ganó otro salpicón de Tony. Se acercó a él, y Tony le rodeó el cuello con los brazos y la cintura con las piernas—. Realmente lo vamos a hacer, ¿no? —no pudo evitar preguntar.

—Eso parece, sí —contestó Tony. Entonces una sonrisa traviesa se extendió por su cara—. ¡Es la hora de la verdad, Steve! Es el momento y el lugar. He esperado toda mi vida, es ahora o nunca, ¡nadie puede detenernos!

—Conque esas tenemos, ¿eh? —Steve se hizo el airado—. Te metes conmigo solo porque soy un sentimental. Bueno, tú mismo. Puede que esta semana Bucky se haya ganado el título de rey de las ahogadillas, pero yo no me quedo corto —le amenazó.

—Qué miedo —le desafió Tony, descolgándose de su cuerpo y nadando hacia atrás como retándole a atraparle. Steve no se lo pensó dos veces. Se sumergió en el agua, buceó hacia Tony, emergió por detrás de él y, sin darle tiempo a girarse o alejarse, con la mano le cogió la cabeza y se la hundió en el agua. La satisfacción le duró poco, por eso, solo hasta que Tony salió a la superficie boqueando, buscando aire desesperadamente, y luego se puso a toser como si se hubiera tragado una gran cantidad de agua salada. Steve recordó, demasiado tarde, lo que le habían hecho a Tony en Afganistán y se sintió no solo terriblemente culpable, sino también un estúpido por no haberlo tenido en cuenta antes de hacer algo así tan alegremente.