Steve y Tony

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París. La ciudad del amor.

Era uno de los destinos a los que Steve tenía más ganas y su primer día en la capital francesa no podría haber sido mejor.

Por la mañana él y Tony habían desayunado cruasanes recién hechos con mantequilla y mermelada en una encantadora cafetería regentada por un simpático matrimonio de mediana edad. La mujer, que hablaba con un inglés chapurreante y no tenía ni idea de quiénes eran, se sentó un rato con ellos y les habló de cómo su marido y ella se habían conocido cuando apenas tenían dieciséis años y de que habían estado juntos desde entonces. Les dijo que lo que más le gustaba de su trabajo era servir a parejas jóvenes y enamoradas como ellos e insistió en regalarles unas pastitas hechas por ella misma para cuando les entrara hambre más tarde.

Steve le dijo a Tony que debían plantearse muy seriamente la posibilidad de retirarse del mundo de los superhéroes, venirse a vivir a Francia y seguir el ejemplo de esos señores tan amables que vivían tan bien.

Por el momento se contentaba con fantasear con la perspectiva de veinte, treinta años más tarde, seguir despertando al lado de Tony y poder echar la vista atrás a una vida plena y maravillosa junto al amor de su vida.

Tras el agradable desayuno Tony le llevó, tal y como le había prometido, al Louvre, además de al Museo de Orsay y a visitar el palacio y los jardines de Versalles. Por la tarde, después de una comida tardía, pasearon por Montmartre, donde Steve disfrutó muchísimo con todo el arte callejero e incluso convenció a Tony para que les hicieran un retrato en carboncillo que pensaba enmarcar y colgar en su habitación en cuanto volvieran a casa. Al atardecer dieron un romántico paseo en barca por el Sena y después visitaron la increíble catedral de Notre-Dame. Por la noche cenaron ostras a la luz de las velas en un pequeño restaurante que Tony reservó para ellos dos solos y remataron la jornada haciendo el amor en su habitación de hotel con vistas a la Torre Eiffel, Steve susurrando en el oído de Tony frases amorosas en francés que le habían enseñado sus amigos Jacques y Gabe durante la guerra.

Steve pensó que si era posible morir de demasiada felicidad, a él no podía quedarle mucho tiempo de vida.

Tony también opinaba que el día había sido inmejorable, aunque en su caso había disfrutado más viendo cómo se le iluminaba la cara a Steve con todo lo que le enseñaba que con cualquiera de las obras de arte que habían contemplado.

Salió de la ducha con una toalla atada a la cintura y secándose el pelo con otra. Steve, que se había duchado primero y vestido con los pantalones del pijama, estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas y tenía la vista clavada en la tablet que sostenía en sus manos, sonriendo a lo que fuera que estuviera mirando.

—¿Ya estás viendo vídeos de gatitos otra vez? —preguntó Tony, tirando la toalla que tenía en la mano al suelo y encaramándose en la cama para poder mirar la pantalla.

—No, ¡estoy viendo algo mucho mejor! —Steve le mostró la tablet y Tony frunció el ceño al verse a sí mismo; era un viejo artículo sobre su graduación del MIT cuando tenía diecisiete años.

—¿Por qué estás leyendo esto?

—¿Te acuerdas de nuestra conversación del otro día, cuando me dijiste que no creías que yo pudiera enamorarme del Tony antes de Afganistán? He estado pensando en ello y me he dado cuenta de que hay muchas cosas de tu pasado que no sé, así que me entró la curiosidad y le he pedido a FRIDAY que me busque cosas interesantes sobre ti en Internet.

Tony soltó un gruñido.

—Steve, cielito, hay cosas de mi pasado que si no te las he contado nunca es por un motivo...

[Avengers Fic Stony] Pedacitos de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora