10.

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—Eres una maldita —murmuró Ann entre dientes mientras estábamos en clases.

—Tú me dejaste ir a una fiesta sola, estamos a mano —susurré indignada.

—Escucho voces —el maestro habló sin dejar de mirar su libro de texto— ¿Terminaron las ecuaciones de mate?

Nadie habló y todos se echaron una mirada rápida, apuesto a que nadie tenía nada.

La hermana de David se había ido porque se sentía mal justo cuando el maestro iba a empezar a checar lo que teníamos avanzado. Maldita suertuda.

—¿Quién pasa al frente para resolver la primera? —preguntó nuevamente y nadie habló.

—No, no estamos a mano, lo mío era mi lío y lo tuyo son clases, es muy diferente. —susurró cuando el maestro de volteo para la pizarra.

—No me eches la culpa, rubia de bote —fruncí el ceño.

—Gómez, afuera.

—¿Qué? ¿Por qué? No hice nada —contesté rápidamente.

—Pues por eso mismo, no has hecho nada, no has contestado ninguna ecuación y además estás hablando ¿le parece poco, señorita? —preguntó con sarcasmo y le miré mal.

—Usted es suplente, y los suplentes no pueden sacar a los estudiantes de las clases —Daniel intervino con superioridad.

—Bien, ambos fuera.

¡¿Qué?! ¿Por qué el idiota de Oviedo no se quedó callado?

—Pero... —comencé a excusarme.

—No continuaré la clase hasta que se salgan del salón. —me interrumpió decidido, bufé mirándole mal y me salí de ese lugar tan aburrido.

—¿Quién diría que la señorita Gómez es muy contestona? —Daniel se sentó en el piso, a lado de la puerta.— ¿No te sientas?

Lo ignoré, y así iba ser el resto del año.

—¿Qué te pasa conmigo, ah? —preguntó jalándome el pie— Eh, que te hablo, tonta.

Bufé exasperada, era más molesto de lo que recordaba.

—¿Me ignoraras todo el tiempo o qué?

No contesté.

—Vaaale, tú te lo pierdes —alargó la primera palabra.

—Dani, ¿qué haces fuera? —Montse preguntó al salir del su salón.

—Me han sacado, nena. —admitió e hice lo posible por no dar mi cara de asco.

—Aw, bebé —le hizo unos pucheros y este sonrió. Que asco. —¿Estás ocupado hoy, cari? —Daniel sonrió victorioso.

—No, ¿te aparece si vamos a tu casa esta tarde? —le contestó viéndome de reojo. Si piensa que le miraré mal o que va a darme celos, está equivocado.

—Vale, pues... —mi teléfono hizo su ruido extraño de cuando me llega un mensaje de texto llamando la atención de estos dos, y más la de Daniel.

Ts, estoy en tu instituto, ¿ya es tu última hora o te falta otra? Viene temprano porque mi hermana se ha sentido mal. ¿Te aparece saltarte la última clase por mí? ☹️ —David.

Solté una carcajada, apenas me conocía hace dos días y ya no puede vivir sin mí.

Escuché la voz del director haciendo que Daniel se parara rápidamente del piso.

¿Cómo olvidar a los Oviedo? {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora