22.

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Daniel y yo habíamos pasado todo el día juntos como lo había prometido, en el día hubo unas partes incómodas pero él siempre sabía qué decir para que dejara de serlo.

Eran alrededor de las doce de la mañana, las calles estaban vacías y además, estaban tranquilas.

—¿Te has cansado? —preguntó él jadeando con una capa fina de sudor sobre su frente.

—Qué va, solo hemos caminado casi 5 calles —giré los ojos.

—Pues es que no fue mi culpa que el carro se descompusiera —hizo un puchero— mañana regresaré por el.

—Si es que todavía está, claro —sonreí divertida.

—¿Eh?

—Daniel, ¿es que tus neuronas no dan para más o qué? Es un carro del año, abandonado en la calle, y además, dejaste los vidrios abajo, ¿sabes?

—No avanza, no lo pueden mover —trató de estar seguro de sí mismo y reí por lo idiota que puede llegar a ser.

—¿No has visto en las películas que los ladrones cortan los cables que están por los pedales y luego los juntan para que arranque? —me encogí de hombros.

—¡¿Qué?! —paró en seco haciéndome parar a mí también— ¿Es joda a que sí? ¡Vayamos por él!

—Es broma, tonto, sólo trataba de ver que tan listo eras. —mentí, ni loca me iba a regresar después de haber caminado tanto.

—Ah, menos mal —suspiró aliviado y comenzó a caminar a mi lado.

—Sí —murmuré despacio.

—¿Tú no has querido algo en la vida? —me miró tratando de analizarme— algo así como un sueño, que siempre has querido hacer.

Fruncí el ceño.

—¿A qué se debe la pregunta?

—Pues no lo sé, ha llegado sola —se encogió de hombros viéndome.

—Viajar.

—¿Viajar?

—Por todo el mundo —sonreí.

—¿Nada más eso?

—También me gustaría, pues no lo sé, escribir un gran libro y después crearle una película —me encogí de hombros.

—Esa es buena, eh —murmuró y asentí con la cabeza.

—Ah y también me gustaría ser modelo, pero eso es más un sueño guajiro. —afirmé— ¿Tú?

Suspiró y miro hacia el frente.

—No lo sé, quiero muchas cosas. —trató de evitar el tema.

—Creo que me deberías de decir, yo te dije las mías —le animé.

—Pues, yo quisiera cantar y que el mundo me conozca —metió las manos a los bolsillos delanteros de los jeans.

Y joder, juraría que se ve tan guapo como se le mueve el cabello gracias a el aire, y como tiene sus facciones bien marcadas.

Me relamí los labios.

—¿Y por qué no haces que se cumpla?

—He tratado.

—¿Y qué pasó?

—Cuando canto me acuerdo de mis padres —se mordió el labio y vi cómo sus ojos se fueron cristalizando— ellos nos apoyaban como si se fuera acabar el mundo.

—Pues apuesto a que si sigues con ese sueño tus padres estarían muy orgullosas de ti —le miro, pero él no a mi.

—Ya... Pero si cumplo el mío quiero que tú también cumplas los tuyos, ¿vale?

¿Cómo olvidar a los Oviedo? {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora