20.

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Me quedé pensando en lo que había dicho Ann, sinceramente, no sabía qué hacer, yo le quería, pero tampoco iba a ser cuando él quisiera y también soy consciente de que soy un asco en estas cosas del amor.

—Sara, ¿no estarás pensando en echarte para atrás, verdad? —me miró amenazante mientras se paraba de su cama para poner una película.

—No lo sé, yo le quiero y estoy segura de que tú quieres a Jesús —le miré tratando de convencerla indirectamente.

—Ya, ¿entonces? —Ann me miró— ¿el plan se cancela y cada quien hace lo que quiere?

—Pues háganse las difíciles y después de un tiempo, salen con ellos —Salma se cruzó de brazos despreocupada— Así sabrán si de verdad ustedes le importan o no.

—Ya que nos hemos llevado bien, puedes unirte a nuestra pijamada —Ann le sonrió y Salma sonrió agradecida.

(...)

—Esperemos ya recuperarme pronto, joder —Ann comenzó a toser y buscando comida en su nevera.

—¿Puedo pedir pizza? —Salma preguntó llenándose la boca de galletas de avena.

—Por mí bien y por todas también así que pide dos pizzas que con una no llenamos —ordené.

La pizza llegó alrededor de unos 30-40 minutos, y nos encontrábamos comiendo las tres entre risas.

—¡O sea! Si te imaginas ¿no? —Ann volvió a reírse al igual que Salma, mientras yo me encontraba con brazos cruzados.

—¡Pues estaba molesta! —reproché. —Y además tú me caías mal.

—La idiota de Sara, cayó en un charco de lodo después de tirarme a mi, fue tan gracioso —Ann siguió riéndose y casi se estaba ahogando con la pizza, Salma al ver eso, escupió el agua que tenía en la boca y también se estaba ahogando pero no paraba de reírse.

—Eso les pasa por perras —reí.

Pero que amigas me cargo.

—Se escucha un celular —mi castaña amiga carraspeo la garganta para dejar de reírse.

—Es el mío, creo —Ann se calló para alcanzar a escuchar.

—Pues el mío no es...

—¡Es el mío! —grité y fui corriendo la habitación de Ann por él.

Era una llamada perdida de Daniel.

¿Debía llamarle o...?
El celular comenzó a sonar nuevamente, y era Dani.

—¿Hola? —contesté esperando su respuesta.

—¿Estás borracha?

—¿Eh? ¡No!

—Ah... Es que es tarde y pensé que estarías en una fiesta. —musitó.— Y quería ver si estabas bien —balbuceó y se me hizo la cosa más tierna del mundo.

—Estoy en casa de Ann, me quedaré a dormir aquí —avisé.

—¿No quieres regresar al departamento por lo que pasó hoy? —me mordí el labio.

—No es eso, es solo que no he visto a Ann hace días y quería verla —expliqué.

—¿Seguro que no quieres regresar?

—Sí, es tarde y no pienso caminar —respondí obvia.

—Pues paso por ti.

—¿Qué? No, ve a dormir.

—No puedo dormir sabiendo que tú no estás al otro lado de la pared —escuché cómo suspiró y yo me mordí el labio para no soltar un chillido.

—Te veo mañana, ¿va?

—Vale. ¿Mañana si estarás conmigo todo el día?

—Um... Pues esta bien —accedí.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

—Esta bien, te quiero —colgó finalmente y bajé contenta para ver el desastre que estaban haciendo las zorras de mis amigas.

—¿Quién era? ¿Tu mamá? —Ann se burló.

—¡Era Dani! —solté un grito de emoción y las chicas también.

—¡Esperen! —Ann levantó la mano calmándonos— ¿Se supone que estamos haciéndonos las difíciles, no? —todas nos encogimos de hombros.

—Es solo frente a ellos, cuando estén solas puedes chillar de la emoción —Salma gritó al igual que yo.

Estaba feliz, indirectamente Daniel había dicho que me extrañaba.

(...)

—¿Cuánto a que Ann termina con Jesús? —Dani me dice mientras los mira, quien están riendo a carcajadas en la mesa de la cafetería, mientras nosotros estamos haciendo fila para comprar un sandwich, que casualidad.

Y Ann dice que se va a hacer la difícil, sí, ajá, como no.

—Pues no lo creo, a Ann ya no le gusta —me encogí de hombros mintiendo.

—¿Ah, no? —frunció el ceño y negué.

—Nop. —marqué la última consonante.

—Sigo diciendo que terminaran juntos... Al igual que nosotros —murmuró lo último como si quisiese que no escuchara, pero al fin y al cabo, lo había oído, aún así me hice la que no escuchó.

—¿Cuánto apuestas? —le miré y alzó la ceja divertido y con cierta picardía. —No se valen citas ni nada de eso —aclaré.

—Tu chaqueta.

—¿Quieres mi chaqueta? —pregunté viéndola, me la traía porque el aire acondicionado me daba directo a mi, y me moría de frío.

—Quiero que te la quites.

—En tus sueños más salvajes.

—Es broma —me abrazó y luego beso mi frente— O no...

—Ahora que recuerdo... Tu sigues haciendo todo lo que yo te diga por romper las reglas, así que, yo no debería de hacer fila, me iré con Ann mientras tú haces cola por mi, querido esclavo —me reí.

—¿En serio dejaras a tu novio solo en la cola de la cafetería? —alzó la voz para que lo escuchara, pero al parecer, toda la cafetería lo había escuchado, el color rojo subió hasta mis mejillas y mire a Ann quien me miraba divertida. —Oops, lo dije un poco alto, novia —gritó la última palabra para molestarme mientras él sonreía con diversión y satisfacción.

Esta me las iba a pagar.

-*-
Hellooo.

¿Cómo olvidar a los Oviedo? {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora