32.

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—¿Segura que quieres ir sola? —mi tía Laura me preguntó viéndome fijamente.

Había llegado a Madrid y había dejado mis maletas en la casa de mi tía, solo que me faltaba ropa en el departamento y la mayoría de mis cosas.

—Sí... —me relamí los labios nerviosa.

Mi tía me dedicó una mirada de consuelo y me dedicó una sonrisa débil, al parecer, mi madre ya le había puesto al tanto de todo.

—Me iré a estacionar y allá te espero. —asentí con la cabeza.

Miré el edificio con nerviosismo, respiré profundo y me adentré para buscar mi departamento.

Busqué las llaves en mi bolso y abrí la puerta, todo estaba hecho un desastre, cerré los ojos con fuerza, solo esperaba que Daniel no se encontrara aquí.

Caminé lento y sin hacer mucho ruido hacia la cocina, estaba la nevera medió abierta y había una tabla de picar con tomates y queso, miré el piso y había un camino pequeño con gotas de sangre, hice una mueca de asco y caminé hacia mi habitación, nuevamente, sin hacer mucho ruido.

Al llegar a mi habitación escuché pequeños murmullos de parte de él, ¿iba al baño para ver qué pasaba o simplemente agarraba mi ropa faltante e irme sin más?

—Ay, ay... —escuché un susurro.

Respiré hondo y camine hacia el baño recargándome en el marco de la puerta para ver qué sucedía.

Al verme, Daniel se quedo mudo y sin moverse, como si hubiera visto un fantasma.

Recorrí en baño con la mirada y estaba el lavabo con gotas de sangre al igual que el piso.

—¿Qué haces aquí?

—¿Estás bien? —preguntamos al mismo tiempo.

—Sí. —contestó sin mucha importancia, asentí con la cabeza dispuesta a irme. —¿Tú?

—¿Qué?

—¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar viéndome.

—N-nada solo... —tragué saliva— ¿Necesitas ayuda? —le eché una mirada rápida a su dedo.

—¿Me ayudarías? —preguntó mirándome a los ojos y juraba que sus ojos ya no eran igual que antes.

—Sí... —susurré acercándome hacia él para luego relamer mis labios.

Se sentó en el retrete con la tapa abajo y saqué el botiquín que estaba guardado en el baño.

—¿Y... —hice una pausa, no sé porque después de todo seguía aquí hablándole y ayudándole después de todo.

—¿Sí? —me animó para que siguiera al ver que ya no continué.

—¿Qué pasó? —pregunté sacando agua oxigenada junto con una gasa y un curita.

—Es obvio, ¿no? —contestó mientras veía su dedo, casi se cortaba todo el dedo completo, me encogí de hombros y seguí con lo mío— Perdón... No quise contestarte así, um... Me corté con un cuchillo.

Traté de lavar su dedo pero siempre se quejaba.

—Se te va a infectar entonces —le miré y se mordió el labio.

—Es que duele, tío —seguía quejándose.

—Mira que se te cae el dedo, eh

Lo miré de reojo y sonrió de lado.

—¿Gasa o curita? —le pregunté señalando ambos cuando por fin había terminado.

—¿Qué es mejor? —me miró para después poner un mechón de pelo tras mi oreja con delicadeza con la otra mano.

—Las dos cosas sirven —hablé ignorando el acto que acababa de hacer con mi pelo.— La gasa cubre más. —comenté guardando todo menos la gasa.

—Ese.

Asentí con la cabeza y la enrede en su dedo índice.

—Ya está —hable parándome del suelo.

—Gracias...

—Nada. —le corté y salí del baño.

Sentí que me seguía y entré a mi habitación, él se quedó sin entrar recargado en el marco de la puerta mirándome fijamente.

—Tú no me dijiste a qué venias —frunció el ceño sin moverse de lugar.

—Es mi departamento también, ¿no?

—Sí... —suspiró rendido.

—¿Recuerdas que te dije que no quería vivir más aquí? —pregunté y Daniel cambio su expresión a una totalmente seria. Asintió con la cabeza y suspiré. —Bueno, era verdad, me iré.

—¿Adónde? ¿Por qué? Joder ¿y me puedes decir quién mierda dijo que te quería lejos? Porque si es...

—Fuiste tú —le interrumpí.

—¿Yo? ¿Cuándo? —se despegó del marco y se puso derecho.

—Tal vez no con palabras, pero sí con acciones —le miré y chasqueó la lengua.

Continué guardando ropa y mis cosas, era seguro que no me llevaría todo hoy.

Caminó hacia mi cama y se sentó en ella.

—Sara no me puedes hacer esto, joder, no puedes hacer que sienta mil cosas por ti y dejarme tirado.—Bueno, ¿y me explicas que voy hacer yo sin ti? —preguntó con dureza al ver que yo no hablaba.

—Lo que siempre has hecho —contesté viéndole.

—¿Qué cosa?

—Buscar chicas y hacerlas sentir una mierda, ¿no crees?

Negó con la cabeza y resopló.

—Si sigues enojada por lo que pasó, Sara, joder que lo siento tanto, ¿vale? No sé que pasó por mi cabeza para decirle eso a mis amigos, porque eso fue una mentira, joder, tú nunca fuiste una apuesta, yo en serio te quiero, ¿cómo te lo demuestro?

Cerré mi bolso con ropa y le miré.

—Creo que ya me lo has demostrado.

Salí de mi habitación enfadada, me tomó por el brazo tumbando mi maleta y acercándome a él.

—¿En el fondo sigues sintiendo algo por mí? —preguntó y deje de caminar, estando ya justo enfrente de la puerta de salida. ¿Qué sentía por él?

Cerré los ojos con fuerza, no quería decirle que no pero tampoco quería decirle que sí.

—Si sientes algo por mi podemos arreglarlo, por favor. —me suplicó.

Negué con la cabeza y lo miré por última vez.

—No, no podemos. —unas cuantas lágrimas salieron de mis ojos y salí del departamento.

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SAD TIME.

¿Cómo olvidar a los Oviedo? {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora