16.

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Lunes.
Odio los lunes.

—En dos días llegan mis padres —Ann hizo una mueca sacando los libros de su casillero.

—Me iré preparando para regresar al departamento —hice una mueca también.

—Sabes que te puedes quedar Sara cabezona.

—Ya, no quiero molestar, aparte, me quedé toda la semana en tu casa —sonreí agradeciéndole.

—Te quedaras toda la semana que viene y se acabó, mis padres ya saben, ¿sabes?

—Te odio —reí.

—Gómez —una voz muy conocida me hizo girar.

—Montse —sonreí falsamente.

—¿Has visto a mi novio Dani?

—¿Por qué me preguntas a mí? —le miré de mala manera.

—Es que, como siempre lo acosas, pensé que lo tienes siempre bajo observación, ¿o es que ya no te acuerdas de todo lo que me decías antes? —sonrió con malicia.

Le miré con odio, a ella siempre le confíe todo lo de Daniel.

—Déjala ya, Montserrat. —Una voz gruesa detrás de mí hizo que un pequeño escalofrío recorriera mi cuerpo.

—¡Dani! —chilló esta y se lanzó al cuello de Daniel.

Carraspeé la garganta incomoda.

—Sara, recuerda que tienes examen a primera hora y te falta estudiar —Ann mintió para sacarme de esa escena tan incómoda.

—S-sí...

Nos fuimos al salón mientras ellos se comían mutuamente en el pasillo del instituto.

—Te quiere dar celos esa cosa que se hizo llamar tu mejor amiga —Fitz finalizó con una cara de asco.

—Lo está logrando, lamentablemente... —Ann me abrazó.

—No te preocupes amiga, aquí estoy yo para lo que sea.

(...)

Ann se quedó esperando en el estacionamiento de los departamentos mientras yo iba por ropa para la semana.

Introduje las llaves y abrí la puerta encontrándome con Daniel en la cocina.

—¿Qué haces aquí?

—Solo vine por ropa.

—Vale.

Tragué duro y me dirigí a mi habitación, eché algunas prendas para el instituto y ya. Tomé otro par de zapatos y mis cosas de higiene personal.

Analicé mi habitación, estaba algo desordenada y normalmente mi cama no estaba así.

—¿Entraste a mi habitación? —le pregunté a Daniel algo borde.

—Sí, se me ha caído mi cadena y no la encontraba —me miró de reojo, estaba mintiendo.

Suspiré, no tenía tantas ganas de hablar con él, me sentía algo avergonzada, ¿él escuchó lo que Montse había dicho?

—¿Te vas?

—Sí.

—Vale... Con cuidado —susurró y asentí con la cabeza.





La semana transcurrió lentamente, según Ann tenía planes para este fin de semana, pero sinceramente yo no quería ni salir.

—Vamos Sara —Ann hizo un puchero.

¿Cómo olvidar a los Oviedo? {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora