17.

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—No tienes que quedarte, ¿sabías? —murmuré poniendo play a mi serie favorita.

Gossip girl.

—También me sentía mal —me miró y asentí con la cabeza sin nada que decir. —Sara... Sobre lo de ayer, yo...

—Está bien —suspiré y me miró extrañado.

—¿Eh?

—Daniel, que no me importa, estoy pasando por cosas difíciles y ahorita eso es lo menos importante ahora —contesté "poniendo atención" a la serie, la verdad es que estaba más pendiente de él.

—¿No estás enojada segura? —preguntó y acarició mi mano, quería apartarla y a la vez no.

—Segura.

—Si me regalas una sonrisa sabré que estamos bien —hizo que lo mirara tomándome por la barbilla.

—Es que tú no te cansas ¿verdad? —giré los ojos y suspiré con cansancio.

—Ya me conoces —rió —Por cierto, necesito mi habitación ahora mismo, ¡no puedo estar más así!

—Lo mismo te digo.

—¿Qué tal si limpiamos todo entre los dos?

—¿Perdona? Lo menos que me merezco es que limpies mi habitación, yo debería estar enfadada contigo por todo lo que me has hecho y por hacer mi vida imposible y por soportarte tanto tiempo y mira como estoy, no te estoy restregando nada en la cara. —finalicé, de cierto modo me había desahogado.—Tu fuiste quien hizo las reglas de no entrar al cuarto del otro y por lo tanto también tendrás que limpiar —me cruce de brazos.

—¿Y eso qué?

—En mis reglas venía lo mismo, pero con consecuencias, si te metías a mi habitación tendrías que hacer lo que yo diga.

—¡¿Qué?! —exclamó viéndome incrédulo— ¡Nunca me diste esas reglas!

—Ups —me encogí de hombros.

Al transcurrir varios capítulos, Daniel se había quedado dormido recargado en mí.

Me paré del sofá con lentitud para no despertarlo.

Me fui a su cuarto y decidí tomar una siesta también, aunque, me acordaba de lo de mi abuelo y las lágrimas llegaban a mi cara con mucha rapidez. Así que quedaba llorando dormida.

En estos momentos, odiaba mi vida.

Daniel.

Sara se había encerrado en mi habitación otra vez después de comer un plato de cereal para dormir, y la entendía, en la noche podía escucharla sollozar débilmente y me sentía mal por ella.

Eran apenas las tres de la tarde, pasé a la casa de mis padres y suspiré.

—Dani —Jesus me miró asombrado.

—Te quiero, Jesús —me lancé a sus brazos y extrañado me correspondió el abrazo.

—Yo también —me apretó un poco más fuerte.

¿Cómo olvidar a los Oviedo? {Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora