Capítulo 1

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Me subí a mi vieja camioneta.

Llegué rápidamente al lugar acordado.

Carla me estaba esperando, quería presentarme con el jefe de las camareras.

El requisito principal para acceder a este trabajo era tener buena presencia.

Mis 22 años florecían en mí, tenía conciencia de que era bonita, tenía los ojos verdes amarillos, un extraño color que me daba un encanto adicional.

Sabía que tener buena presencia era primordial para obtener un buen trabajo, nunca me apoyé en eso para hacer las cosas que había hecho, pero hubo algunos que intentaron pasarse de la raya y yo era una chica seria, que no estaba para bromas ni para perder el tiempo.

Necesita tener un empleo y ganar dinero, esa era mi meta y nada ni nadie me lo iba a impedir

.Carla me cayó muy bien y entablamos amistad enseguida; era una chica rubia, con grandes y generosas curvas, muy bonita y llamativa, tenía grandes ojos azules y era un poco superficial, era una chica un par de años mayor, muy alegre, habladora y simpática, con ella conversábamos de cosas de chicas, nada muy profundo, pero era alguien en quien confiar.

La saludé afectuosamente contenta de verla, apuramos el paso, y la seguí, caminando nerviosa tras ella.

Nos dirigimos a un galpón, allí en una oficina un hombre de alrededor de 55 años, nos miraba a través de unos anteojos ubicados estratégicamente sobre su nariz.

Se acomodó en su silla y se sacó los lentes para mirarme -diciéndome-

¡Vaya! Así que tú eres Maya Sinclair.

Las palabras del hombre me incomodaron, esperaba que fuera amable, otros hombres que me habían entrevistado, parecían amables, pero al poco andar mostraban sus garras y siempre se sobrepasaban.

Rogué que eso no ocurriera.

Me miré las manos e internamente me puse a rezar esperanzada, de que esta vez fuera diferente. Esperaba que el hombre que me observaba fuera una buena persona, me respetara y me ofreciera un trabajo honrado.

¡Vaya eres muy bonita! -me dijo- con una pasividad y seriedad en el tono de la voz, como si quisiera que las palabras sonarán justas, ni más allá ni mal entendidas.

Me ruboricé ante el piropo, creí que ya había comenzado todo mal, los nervios que sentía no me dejaban ver las verdaderas intenciones que el hombre tenía, pero para mi sorpresa continuó hablando seriamente, y -me dijo-

Espero que eso no sea un problema.

Lo miré con ojos interrogantes -

¿Cómo que eso pudiera ser un problema?

El hombre me miró sopesando sus palabras y dándose cuenta de mi actitud.

¡Por qué eso podía ser un problema! Será un problema si no sabes manejarlo.

Entendí automáticamente a lo que se refería.

Me apresuré a contestarle con voz enfática.  Conmigo eso no pasará -le dije segura-

El hombre hizo una mueca. Dio a entender con ese gesto, que ya había escuchado eso anteriormente y me miró seriamente, pero no dijo nada.

Esperaba que mi último comentario no hubiera arruinado la entrevista.

El hombre finalmente pareció encontrar lo que buscaba entre un montón de papeles y se dirigió a mí finalmente.

¡Mira chiquilla! -me dijo serio- El requisito es que te veas bien, y por lo visto cumples con eso.

A los artistas, les gusta que la persona que les sirve el café por las mañanas, se vea muy bien, que sea amable y que esté dispuesta a hacerle favores.

Di un respingo en la silla al escuchar esas palabras y pensé que nada era tan sencillo, pero seguí escuchando lo que el hombre tenía que decirme.


Tu sueldo será de 300 dólares a la semana. No es mucho. Pero las otras chicas me han contado que se pueden hacer hasta mil dólares por semana con las propinas. Depende de ti, de cuan dispuesta estés a sacrificarte y a ser amable, pero... ¡te voy a advertir algo!

Aquí está lleno de galanes, tú eres bonita, no faltarán los que te inviten a salir y otras cosas más, si los aceptas o no, en eso yo no me meto, pero te advierto, esto es sin llorar.

Comprendí lo que el hombre me decía, pero yo no era de esas chicas que se enamoran del primer galán que les habla bonito. 

Yo  tenía una meta y una razón.


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Café  EstrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora