Capítulo 35

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 Pronto estuvimos en casa.  María tenía dispuesto el almuerzo en el jardín, con una loza que usábamos para ocasiones especiales y un hermoso arreglo de flores.

Él se sentó a la mesa, parecía apenado y triste – quise animarlo diciéndole que no se preocupara, que la culpa era mía, por dejarlo ir .

Mientras comíamos, llamé a mi doctor y le pedí que viniera a revisarlo.

 Su opinión fue que el procedimiento se había realizado correctamente y perder los dedos de su pie, fue algo difícil de evitar por el daño que tenía, pero también le dijo que se pusiera contento, con la terapia adecuada pronto estaría caminando. Eso pareció alentarlo y yo me quedé un poco más tranquila, ahora solo quedaba descansar y esperar pacientemente a que sanara de la forma adecuada. Nadie se daría cuenta de que le faltaban algunos dedos de los pies.

Los días pasaron plácidos, el descansaba, pero parecía triste y ensimismado. Yo trataba de animarlo, me dolía verlo triste. Suponía que la situación por la que acababa de pasar no era algo fácil de asimilar.

Para animarlo veíamos algunas películas y lo dejaba descansar, también lo animé a que escribiera, él lo pensó y me hizo caso.

Eso pareció entusiasmarlo, y comenzó a pasar horas escribiendo, pronto sus pies estaban mejor y lo acompañé a su terapista, una doctora extraordinaria, que le ayudó a tener confianza y a poder caminar sin miedo.

Era difícil tenerlo tan cerca y no poder besarlo o dormir con él, se veía muy bien, estaba en su mejor momento, físicamente estaba más delgado, haciendo que sus rasgos fueran más angulosos y atractivos, pero parecía lejano, sin ganas de mí.

Me dolía su indiferencia, pero traté de no darme por vencida, estaba siempre a su lado y lo ayudaba en todo lo que podía, pero él no lo notaba, sentí que todo lo que habíamos vivido estaba perdido, no había nada que hacer.

Yo trataba de agradarle, pero él actuaba indiferente, suponía que la tragedia por la que había pasado, lo tenían en ese estado de pena y aislamiento, dos de sus mejores amigos habían muerto y él seguramente se sentía culpable.

Mat había empezado a caminar, y daba largos paseos por el jardín.

Mientras tanto mis hijos seguían de paseo por Europa y quisieron alargar su estadía unos días más, yo lo preferí, así no se enterarían del estado de Mat, hasta que estuviera más repuesto.

Extrañaba a mi hija y yo esperaba su vuelta para marcharme. Ya no tenía nada que hacer allí.


A la vuelta de Sofía, organicé una pequeña reunión para darles la bienvenida a mi casa, los dos se veían felices.

Mi hija pareció haber engordado, el embarazo se le empezaba a notar.

Cuando vieron a Mat cojear, se sorprendieron. Dylan estaba impactado por su accidente, y preocupado por su padre.

Les contamos lo que verdaderamente le había ocurrido. Dylan al principio estaba molesto por ocultarle el verdadero estado de Mat, pero finalmente comprendió que no lo llamáramos, no tenía sentido que suspendieran su luna de miel.

Les conté que todos sus regalos de bodas, los había llevado a su casa nueva, ellos no habían tenido ocasión de visitarla y me ofrecí a llevarlos para que la conocieran, Mat quiso acompañarnos, sería genial que todos fuéramos a verla.

Cuando llegamos no podían creer lo hermosa que era, estaban muy sorprendidos. ¡Mamá! - me dijo Sofía- ¡esta habitación es la más hermosa de la casa! ¡Mira la vista que tiene!

Café  EstrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora