Capítulo 14

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El hombre del banco  me saludaba desde el umbral de mi pequeña oficina, lo miré todavía molesta por el mal rato que me había hecho pasar.

Era guapo y tenía una seguridad que me intimidaba. Entró sin que yo lo invitara. Me saludó amablemente extendiendo su mano a través de mi escritorio, como si fuéramos grandes amigos.

Traté de controlarme, pero no podía evitar mirarlo con cara de rabia, no creía que se hubiera arrepentido de su decisión, aunque me intrigaba su visita.

¿Qué es lo que quiere?- Con mal talante le pregunté-

Él sonreía con un ¡hola! -¿Supongo que se acuerda de mí?-

Se veía muy feliz y contento, lo que me resultó irritante -le pregunté con una sonrisa socarrona- ¿se ha arrepentido de no darme el préstamo?

Él se incomodó por la pregunta y su blanca sonrisa se esfumó.

Y me dijo -¡no la verdad que no! ¡No es mi decisión! ¡Lo siento!

 El banco me paga para que me asegure de que el cliente pague lo que debe.

Lo miré extrañada, pensé que me estaba tomando el pelo y se burlaba en mi cara, entonces –le dije- ¡Si ha venido a insultarme se puede ir! y con la mano le apuntaba la salida.

  Y si ha venido a otra cosa ¡por favor dígalo pronto! ¡Porque estoy muy ocupada! Él estaba calmado y me miraba desde el asiento impertérrito.

 Supuse que para trabajar en un banco dándole patadas en el trasero a la gente tenía que tener ese carácter, fuerte, pero cínico.

Él me miraba  hacer  el berrinche portándome  como una bruja despiadada, a pesar de ello –me dijo con una seguridad que me sorprendió-

¡He venido a proponerle un negocio!

 Me miraba con esos profundos ojos azules sacados de alguna estrella de televisión, ojos que me hacían sentir que estaba desnuda.

Lo miré incrédula, pero me pareció interesante escuchar lo que tenía que decir -¡está bien! ¡Lo escucho! Ya tiene mi atención -le dije segura.

Se notaba que estaba acostumbrado a negociar, sus palabras precisas y envolventes daban cuenta de un tipo profesional, pero del cual había que resguardarse.

Él continuó- como usted sabrá, soy ejecutivo del banco y nuestra empresa necesita realizar un evento por sus 100 años de aniversario.

Lo miré con los ojos como platos ¡eso era un súper negocio! supuse que me estaba preguntado por alguna recomendación y le contesté que conocía muy buenas agencias de eventos y que no tendría problemas en recomendarle algunas y le dije con la intención de sacármelo de encima - mi secretaria se puede encargar de eso, ella le puede dar información -le dije agregando- ¡no era necesario que viniera hasta acá! – Agregué- un poco molesta por la pérdida de tiempo.

Él se apresuró a decirme- ¡creo que usted no me está entendiendo! ¡Quiero proponerle el negocio a su agencia!

Lo miré y me pareció inverosímil su propuesta -– señor... ¡bueno como se llame! -No me acordaba de su nombre- aunque su cara era difícil de olvidar.

¡Creo que tenemos un malentendido! fui a su banco porque necesitaba dinero para realizar un evento mucho más pequeño del que usted me propone y ¿me está diciendo que me ofrece un evento para más de quinientas personas?

¿Usted se da cuenta que es imposible para nosotros asumir una fiesta como esa? ¡No tenemos la capacidad! Y si se quiere reír ¡mejor le pido que se marche!

Café  EstrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora