Capítulo 3

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Estaba muy preocupada por todo lo acontecido, todo el asunto del accidente daba vueltas en mi cabeza. Me preocupaba enormemente el quedar sin trabajo ¿qué iba a hacer? además pensaba en el extraño con el que había chocado, en las sensaciones que había sentido, me preguntaba porque me sentía de ese modo, con ansiedad.


 Mi pequeño departamento estaba en penumbras, traté de levantarme, quería ir al baño y al tratar de incorporarme un gran dolor invadió mi espalda, me quejé maldiciendo mi suerte y de pasada echando palabrotas contra el galán despistado que me había derribado y dejado en tan lamentables condiciones, de pronto sentí que alguien caminaba en la oscuridad de la pequeña salita de mi apartamento, me asusté y el temor me inundó ¡no podía creer en mi mala suerte! ¡Más encima un ladrón se metía a mi casa a robar lo poco y nada que poseía! traté de acomodar mis ojos a la oscuridad, logré vislumbrar una silueta que avanzaba hasta la puerta de mi dormitorio, quise gritar, pero el pánico me invadió, mi cuerpo empezó a temblar preso del susto ¿Qué iba a hacer?

Como pude me bajé de la cama tratando tontamente de agarrar un zapato para defenderme, pero una voz familiar me calmaba ¡soy yo! ¡Tranquila!

Traté de aclarar mis ojos todavía somnolientos y ver quien era la persona que aparecía como un fantasma  ¡soy yo Mat!

La voz me era familiar, pero no supe de donde, no la pude reconocer, además ¡yo no conocía a ningún Mat!

 Prendí la luz de mi velador y para mi sorpresa ¡era él! El tipo torpe, pero guapo

¿qué hacía precisamente él en medio de la oscuridad en mi sala a esas horas? ¿Sería un psicópata?

 Con las pocas fuerzas que tenía lo increpé, enojada por el susto y por la intromisión

 ¿Qué está haciendo usted aquí? –le pregunté totalmente sorprendida- 

 Él balbuceó una disculpa y rascándose la cabeza, por fin habló 

¡Lo siento!- me dijo- ¡Tu casera me dejó entrar!

 Solo atiné a poner cara de desagrado y a contestar ¡A ya veo! Enojada le grité ¡no necesita estar aquí! Y no me hace gracia que un desconocido se presente en mi casa sin ser invitado, además mi casera se toma demasiadas libertades ¡creo que voy a hablar con ella! -le grité- ya fuera de mis cabales, él se disculpaba avergonzado -diciendo- ¡volví a ver si te sentías mejor! ¡Disculpa! pero veo que no es así -el hombre proseguía- se notaba que estaba preocupado- ¿te duele, verdad? ¡Llamaré a un médico!

Mat se daba media vuelta y comenzaba a hablar por teléfono, caminé a duras penas hacia el baño, él se apresuró a tomarme del brazo, del que me solté diciéndole ¡No se preocupe! La verdad le agradezco ¡pero me gustaría estar sola! el comprendió que era una situación muy incómoda y se alejó, llegué al baño con grandes dolores, intenté quitarme el camisón por sobre la cabeza, pero para mi desgracia no podía alzar los brazos, sin que un intenso dolor me asaltara, me quejé y al instante sentí pasos tras de mí, ¡era el! Se metía al baño a verme -y solicito me decía- ¡te ayudaré a quitarte la ropa!

Me quedé de piedra, es cierto que necesitaba ayuda, pero esto ¡era ridículo! Mat se dio cuenta de que me avergonzaba y para mi sorpresa tiró suavemente de la camisa logrando pasarla por arriba de mi cabeza, dejándome solo con los calzones y desnuda para arriba, -el muy confiado me dijo- ¡no te preocupes!- he visto a muchas chicas y prometo que no miraré, parecía divertido, yo estaba roja por la vergüenza, pero era la única mano y ayuda de la que disponía -le dije humillada- es suficiente ¿ahora puede salir por favor? mientras tapaba mi pecho con mi brazo bueno, él me obedeció y cerró la puerta, sin antes mirar al espejo y ver mi cara que tenía el color de un tomate.

Café  EstrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora