Capítulo 34

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Mi actitud fría lo había orillado a tomar la decisión de irse de mi casa.

Lo llamé y me contestó con voz distante -le pregunté ¿dónde estás?

Él sonaba triste y me dijo- me vine a un hotel, no quería molestar en tu casa.

Una sensación de que quería vengarse de mi me inundó, pensé que estaba loco, y pensó que yo estaba dispuesta a todo y le contesté molesta por su actitud infantil

- ¡Le prometí a Dylan que te cuidaría y de que me ocuparía de ti!

Sentí un silencio frío a través del teléfono, finalmente él habló

¡No soy un niño! y además ¡no quiero que te molestes! Dylan está lejos y no tiene ni idea de lo que yo estoy pasando.

Lo sentí solo, y me estaba rechazando, apartándome de su vida, no pude contenerme, necesitaba que me escuchara -le dije tratando de que comprendiera mis preocupaciones

¿Pero quién te va ayudar?

Soberbio -me dijo-

¡No te preocupes! encontraré a alguien que me haga compañía y que me cuide.

Sentí rabia ¡me rechazaba!

Yo solo quería ocuparme de él ¿Qué era lo que le pasaba? Además se atrevía a desafiarme y a decirme que buscaría alguien que lo atendiera.

Con rabia -le contesté - ¡me imagino que no te costara nada encontrar a alguien que te cuide! Siempre huyes y te alejas de la gente que te quiere ¡está bien! ¡Si, así lo quienes! ¡Eres libre de hacer lo que te venga en gana! y le corté el teléfono.

Me senté en la silla de mi oficina y lloré. Ahora comprendía que yo no significaba nada para él, ahora tenía la certeza.

Los siguientes días pasaron lentos, limpié algunas cosas que tenía en casa, saqué ropa antigua y ordené el cuarto de Sofía.

Cuando algo me molestaba, sacar cosas y botar lo que ya no servía me mantenía ocupada y sin pensar en cosas que me hacían daño.

María me acompañaba. De Mat no tuve noticias.

Habían pasado un par de días sin noticias de Sofía y Dylan .

La nostalgia y la preocupación me estaban ahogando, luchaba con mí orgullo, diciéndome a mí misma que no me importaba, pero la preocupación me ganó, decidí echar mi amor propio a un lado y llamé a Mat.

Quería saber cómo estaba su salud, me preocupaba su pie, además él estaba solo y había sufrido algo terrible.

Mi ego no era nada comparado con lo que debía estar viviendo y tenía la obligación de cuidarlo, Dylan me lo había pedido, si el me preguntaba por su padre ¿Qué le iba a decir?

Oí su voz varonil al otro lado del teléfono, a pesar de la distancia él lograba conmoverme y me contestó.

Con voz tímida le pregunté por su salud

- ¿cómo has estado? se sorprendió con mi llamado, guardó silencio y le volví a preguntar por su salud, tenía miedo que me colgara.

Él pareció pensar en el teléfono su respuesta y -me dijo con voz suave ¡estoy bien! he tenido algunas complicaciones y no he podido salir , me alegro de escuchar tu voz.

Un calorcito se me instaló en el alma ¡se alegraba de oír mi voz, pero me asusté y le pregunté con voz alarmada- ¿de qué complicaciones hablas?

Y sin dejar que me contestara le pregunté

¿Dónde estás? Si no me lo dices haré que te busquen y te voy a encontrar no me hagas perder el tiempo y la paciencia ¡dime en este segundo donde estas! Casi le gritaba en el teléfono.

El rió contento de mi preocupación -contestándome que estaba en un hotel.

El hotel estaba cerca y -le dije decidida- ¡voy para allá! ¡Llegaré enseguida!

Colgué el teléfono, me arreglé ayudada por María, mientras pensaba en sus palabras ¿complicaciones? a que se refería.

Llegué pronto, el portero me dejó pasa.

Al tocar la puerta, una mujer rubia vestida con un delantal blanco me saludó amablemente, le pregunté por Mat y me señaló el dormitorio ¡pasé por favor!

Entré rauda, sin mirar nada de lo que había alrededor.

Él estaba recostado sobre la amplia cama, cuando me vio llegar se acomodó sobre los cojines, tenía uno de sus pies vendados.

Lo miré y sospeché lo peor -él habló-

Pasó lo que el doctor temía, dos de mis dedos estaban muy lastimados y hubo que cortarlos.

Me tapé la boca para acallar mi grito de sorpresa, lo miré y un gran dolor me inundó, me acerqué , le tomé la mano y le dije

¿Porque no me llamaste? Pude haberte acompañado y tu hijo me dijo que...

¡No te preocupes! Me dijo retirando su mano con un dejo de rabia.

¡Pensé que a ti no te importaba mi salud!

Sus ojos se veían desafiantes.

Le respondí tratando de ocultar el cúmulo de emociones que me embargaban.

¡Creo que confundes las cosas! tu eres ahora alguien de mi familia y también me importas ¿Qué va pasar a contigo? ¿Podrás caminar? -le pregunté temiendo escuchar lo peor.

Me miró fijamente y respondió con un tono un poco menos agresivo, miró sus pies y -me dijo- ¡si podré! Pero tengo que ir a rehabilitación y usar un bastón.

¡Ya veo! -le dije preocupada- quise cambiar de tema.

Su salud mental me preocupaba más que su salud física.

¿Comiste? Le pregunté, el rascándose la cabeza -me dijo- la enfermera se preocupa de eso, aunque me tiene un poco restringido, todavía no lo he hecho, la señorita Rose es la que me alimenta.

¡Vaya! veo que estás pagando por nada y lo miré enojada.

Su actitud infantil, me tenía harta y le dije con voz autoritaria.

Pediré un taxi y le diré a tu enfermera que prepare tus cosas.

¡Te vuelves a mi casa! ¡Y no me discutas!

Me miró sorprendido y quiso negarse-diciendo- ¡no es necesario!

Lo miré enojada, quería abofetearlo por su actitud tan desconsiderada y -le dije-

¡Sé que no es necesario! podrías arreglártelas sin nosotros, pero por una vez en tu vida harás lo que yo te diga y no hay discusión.

Me di media vuelta y llamé a la señora Rose- diciéndole-

¡Por favor arregle sus cosas! ¡Nos vamos de aquí!

-c;|

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