Capitulo 36

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 Solté unos lagrimones, y miré adelante, nada de lo malo que había vivido en mi vida me había detenido, el desprecio de Mat, no me derrumbó cuando era casi una niña y ahora tampoco lo haría.

 Mat la persona más importante de mi vida, después de mi hija no estaba allí. Me sentí sola, había hecho lo posible por qué él se recuperara, lo mimé tratándolo con amor, lo cuidé y me desvelé para que se sintiera bien, pero el parecía ensimismado en sus pensamientos, no me permitía entrar en su intimidad.




Lloré por mi amor rechazado, todo ese amor no fue suficiente para acercarlo a mí.


Tenía claro que seguramente nos volveríamos a encontrar, pero la intimidad que tuvimos no se iba a volver a repetir ¿para qué? ya todo estaba dicho.

De ahora en adelante éramos familia, yo trataría de zafar y no estar presente, pero no podría huir por siempre, tendría que aprender a conservar las distancias.

Pensé, si en alguna ocasión, él llegaba alguna vez con una mujer del brazo o se casaba o emparejaba con otra, sería una prueba muy difícil para mí.

Lloré, me sentí miserable, nada de lo que había hecho, el tiempo que había dedicado a él, no había sido suficiente.

El chofer del taxi me miraba por el espejo retrovisor, y me preguntó si estaba bien, le di las gracias y le contesté que sí, que no era nada, solo tristeza de abandonar el país y mi familia, él comentó con un dejo de sarcasmo- ¡Qué raro que una mujer tan bonita esté sola! Le agradecí el cumplido, ya no era una chiquilla y me sentía poco atractiva, su gentileza me animaba un poco.

Llegué al puerto a la hora de la partida, miré hacia atrás, sabía que no volvería en un buen tiempo y la nostalgia me inundó, volví a llorar, tomé mi bolso y subí.

Un chico tomó mis maletas y me llevó a mi camarote, me quedé allí sentada en el borde de la cama, no quería ver el barco partir, me alejaba de todo lo que amaba.

Me recosté en la amplia cama y entre lágrimas dormí.

Desperté con la cabeza revuelta, el barco ya estaba en alta mar.

Bajé a comer algo, no había cenado y estaba hambrienta, llegué al amplio salón y me senté en una mesa, un atento garzón me atendió ofreciéndome la carta, la miré y pedí una ensalada, con un trozo de carne, era suficiente para mí.

Me sentía un poco rara, estaba sola y era mi primera vez, veía a mí alrededor parejas y familias completas que comían juntas y lo pasaban bien y yo estaba sola.

El garzón trajo pronto mi orden y comí todo con gusto, estaba delicioso. De pronto el muchacho que me servía dijo, un señor le envía esta botella de champagne como obsequio, lo miré sorprendida, le dije que era un error y que yo no había pedido nada, pero él chico volvió a insistir, en que un admirador me lo enviaba, le dije que lo agradecía, pero que no podía aceptarlo y él muchacho me volvió a insistir mirando para todos lados, lo siento el caballero que la envió ya no está, tendrá que conservarla.

Me quedé estupefacta, no podía devolverla, pensé en que los hombres eran rápidos y como me veían sola, creían que podía encontrar a alguien con quien pasar el tiempo y quizás algo más.

Nunca pensé en ello, mi intención era descansar y reflexionar, pero me imaginaba que en ese lugar la gente venía a obtener compañía, tendría que ser cuidadosa y no permitir que se me acercaran los oportunistas de siempre.

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2018 ⏰

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